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La higiene en la antigüedad

El acto de lavarse y bañarse ha evoluciona­do en la historia, pasando de ser un simple ritual de purificaci­ón a salud y el bienestar.

- FANCISCO MARÍA Madrid, España Tomado de Okdiario

Lunque la menopausia a higiene personal ha sido una preocupaci­ón constante en la historia de la humanidad. Desde tiempos antiguos, las civilizaci­ones han desarrolla­do diferentes prácticas y rituales para mantener limpio el cuerpo y prevenir enfermedad­es. El acto de lavarse las manos y bañarse ha evoluciona­do a lo largo de los siglos, adaptándos­e a las costumbres y creencias de cada época. Por épocas, se ha ido consideran­do cuestión casi religiosa, purificado­ra del cuerpo, un método de salud y bienestar, etc.

El agua purificaba

En la antigüedad, el agua era considerad­a un elemento purificado­r y sagrado. En civilizaci­ones como la egipcia y la romana, los baños públicos eran lugares de encuentro social y también de higiene. En Egipto, por ejemplo, se utilizaban aceites perfumados y sales minerales para limpiar el cuerpo y mantenerlo fresco. Los romanos, por su parte, construyer­on termas con piscinas de agua caliente y fría, donde la gente podía relajarse y socializar mientras se bañaba.

En las civilizaci­ones antiguas, el baño era considerad­o una actividad sagrada y purificado­ra. En la antigua Grecia, por ejemplo, los baños públicos eran lugares de encuentro social donde se discutían temas filosófico­s y políticos. Los romanos, por su parte, construyer­on impresiona­ntes termas que incluían piscinas de agua caliente, saunas y salas de masajes.

Civilizaci­ones antiguas

En el antiguo Egipto, el baño tenía un significad­o religioso y simbólico. Los egipcios creían que el agua era un elemento divino que purificaba el cuerpo y el alma. Por eso, los faraones y las clases altas tenían baños privados en sus palacios, donde se realizaban rituales de purificaci­ón antes de entrar en contacto con lo sagrado. Los egipcios también utilizaban aceites y ungüentos perfumados para embalsamar el cuerpo y protegerlo de las enfermedad­es.

En la antigua China, el baño era una práctica común tanto para la higiene como para la salud. Los chinos creían en el equilibrio entre el yin y el yang, y considerab­an que el agua era un elemento que ayudaba a mantener esa armonía. Por eso, los baños de vapor y las saunas eran muy populares en la cultura china, y se utilizaban hierbas y aceites aromáticos para potenciar los beneficios del baño.

En la India antigua, el baño estaba vinculado con la religión y la espiritual­idad. Los hindúes realizaban rituales de purificaci­ón llamados abluciones, donde se bañaban en ríos sagrados como el Ganges para limpiar el cuerpo y el alma de impurezas. El baño era considerad­o una forma de conexión con lo divino, y se realizaba antes de las oraciones y ceremonias religiosas.

Edad Media, Renacimien­to Durante la Edad Media, la higiene personal decayó en Europa debido a creencias religiosas y superstici­ones. Se pensaba que el agua podía transmitir enfermedad­es, por lo que la gente evitaba bañarse con frecuencia. En su lugar, se utilizaban perfumes y hierbas aromáticas para disfrazar el mal olor. Sin embargo, en otras partes del mundo, como en el Imperio Islámico, la higiene seguía siendo una prioridad. Los musulmanes practicaba­n la ablución ritual antes de las oraciones, lo que implicaba lavar el rostro, las manos y los pies varias veces al día.

En la Edad Media, la práctica del baño cayó en desuso en Europa debido a creencias erróneas sobre los peligros del agua para la salud. Sin embargo, en otras partes del mundo, como en el Imperio Otomano o en la India, el baño seguía siendo una parte importante de la vida diaria. Durante el Renacimien­to, en Europa se redescubri­ó la importanci­a de la higiene y la limpieza. Los baños públicos volvieron a ser populares, y se desarrolla­ron nuevas técnicas de limpieza y cuidado personal. El agua y el jabón se convirtier­on en elementos esenciales en la rutina diaria de las personas. El médico y científico italiano Leonardo da Vinci incluso recomendab­a bañarse con regularida­d para prevenir enfermedad­es.

Cerca de nuestra era

En la época victoriana, la higiene personal se convirtió en un signo de distinción social. Las clases altas dedicaban mucho tiempo y dinero a su cuidado personal, mientras que las clases bajas tenían que conformars­e con baños públicos o simplement­e lavarse en casa con agua fría. El desarrollo de nuevos productos de higiene, como el jabón en barra y el champú, facilitó el proceso de limpieza y contribuyó a mejorar la salud de la población.

En el siglo XIX, con la llegada de la Revolución Industrial, se populariza­ron los baños en casa y se empezaron a comerciali­zar productos de higiene como jabones y champús. En el siglo XX, con los avances en la medicina y la tecnología, la higiene personal se convirtió en una parte fundamenta­l de la salud pública. Se promoviero­n prácticas como lavarse las manos para prevenir enfermedad­es y se desarrolla­ron productos cada vez más sofisticad­os para el cuidado del cuerpo.

En la actualidad, el acto de lavarse y bañarse ha alcanzado un nivel de sofisticac­ión nunca antes visto. Los spas y centros de belleza ofrecen una amplia gama de tratamient­os que van desde masajes relajantes hasta envolturas de algas marinas. Los productos de higiene personal se han diversific­ado enormement­e, con opciones para todo tipo de pieles y necesidade­s.

Bienestar físico, emocional Sin embargo, a pesar de todos estos avances, el acto de lavarse y bañarse sigue siendo una actividad fundamenta­l para el bienestar físico y emocional de las personas. Un baño caliente puede ser la solución perfecta para relajarse después de un día estresante, mientras que una ducha fría puede ser revitaliza­nte y energizant­e.

El acceso a agua potable y a productos de limpieza nos permite mantenerno­s limpios y saludables. v

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