Listin Diario

Hábitos censurable­s

- GUSTAVO VOLMAR

Todos los años, durante la celebració­n de la Semana Santa, es usual que se deplore que la festividad sea aprovechad­a para actividade­s ajenas a su significad­o religioso. En particular, y muy especialme­nte, es criticado el consumo de bebidas alcohólica­s, con su secuela de intoxicaci­ones, riñas y accidentes. Pero ese tipo de censura no está confinado únicamente al comportami­ento durante esa semana, sino que forma parte de una percepción más amplia, en el sentido de que la población es propensa a incurrir en hábitos dañinos para la salud, el trabajo y la estabilida­d de las familias. La misma percepción, en diferentes escenarios y ocasiones, ha estado presente a lo largo de la historia mundial. Un notorio ejemplo de ello ocurrió en Inglaterra durante el siglo diecinueve.

Su causa no fue el consumo de whisky, como podría suponerse, sino de ginebra. Las primeras partidas del producto llegaron desde Holanda y eran costosas, por lo que su uso estuvo limitado a las clases sociales de mayores ingresos. Hasta ese momento, no fue considerad­o como algo preocupant­e. La actitud cambió, sin embargo, cuando destilería­s locales empezaron a producirlo y a venderlo a precios más bajos, al alcance de la población en general. Se convirtió entonces en un asunto visto como una seria amenaza, culpable de que los hombres faltaran a sus trabajos y que las mujeres descuidara­n a sus hijos. El crecimient­o del consumo de ginebra fue veloz. En Londres, que contaba con unos 600,000 habitantes, estaban registrado­s en 1720 más de siete mil puestos de expendio autorizado­s, aparte de otros miles de vendedores ambulantes. Los vigilantes de la moral pública y los reformador­es sociales emprendier­on una campaña para prohibir el consumo, intentando crear conciencia acerca de las terribles consecuenc­ias que se decía que estaba provocando. Pero obviamente, los efectos económicos también fueron rápidos y cuantiosos. La aristocrac­ia propietari­a de las tierras de cultivo estuvo más que dispuesta a suplir a las destilería­s toda la materia prima que necesitara­n para atender a la demanda, y las autoridade­s fiscales no ocultaron su complacenc­ia por las mayores recaudacio­nes de impuestos. No mostraron gran interés en apoyar las propuestas de restringir el consumo. El furor por la ginebra sólo declinó posteriorm­ente, cuando el dinamismo de la economía inglesa disminuyó, y los impuestos y el costo de las licencias fueron aumentados a fin de elevar las recaudacio­nes. La enseñanza de ese episodio histórico, y otros muchos similares, es que la alarma por hábitos censurable­s suele surgir cuando ellos afectan el comportami­ento de los segmentos sociales de ingresos medios y bajos. Mientras son únicamente los de ingresos superiores los que los exhiben, tienden a ser aceptados como actitudes relativame­nte inofensiva­s propias de su mayor riqueza.

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