Listin Diario

Fuera de su país.

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gran cambio, al llegar a ese país, donde un familiar les dio albergue, se dio cuenta que las cosas no eran tan sencillas como creía. Pocos días bastaron para notar que había cometido un error, pero un error que no estaba dispuesta a aceptar porque seguía imponiéndo­se su deseo de lograr ese futuro que quería para ella, sus hijas y su familia.

“Al principio todo iba bien, pero luego las cosas cambiaron. Aunque nos mudamos a nuestro espacio, tardamos en adaptarnos. No teníamos carro y en el lugar donde vivíamos es casi obligatori­o tener un vehículo. Esto nos obligaba a molestar a un familiar, cosa que no trajo buenos resultados”. Cuenta esta parte queriendo obviar esos momentos tan duros.

Las pruebas no se detenían para Yeny. “Como dije anteriorme­nte, el transporte fue una gran barrera, teníamos que movernos en taxi o pedir, como decimos los dominicano­s, una ‘bola’ a alguien, a veces desconocid­o. A esto se sumaba el idioma. Claro, a mis hijas les resultaba más fácil que a mí”. Esta frustració­n le causaba ansiedad. Ahí comenzó el cóctel de emociones que, durante un buen tiempo dominaron la vida de la protagonis­ta de esta historia. la dueña de este relato, inició una relación con una persona que, lejos de apoyarla, al menos en lo emocional, motivándol­a a seguir hacia delante, resultó ser alguien despiadado que la hizo a ella y a sus hijas, vivir como en una película de terror.

Por si fuera poco, llegó la pandemia del Covid-19 y ya la lección de vida no era sólo de superviven­cia, sino resistenci­a. “Mi hija mayor fue una de las primeras personas en el condado donde vivíamos, en contraer el virus. No había vacuna ni un tratamient­o determinad­o para hacerle frente a la enfermedad. Ella estuvo muy grave, en UCI. Para mí fue el momento más vulnerable en toda mi vida, yo sentía que me moría junto a ella, los médicos no me daban esperanzas de vida…”. Contar esta parte la hace mostrar el dolor que vivió en ese entonces.

Fueron todas estas pruebas las que la llevaron a un estado de desesperac­ión al que no le tenía nombre. Una visita a un especialis­ta le ayudó a obtener un diagnóstic­o. “Ante todo lo ocurrido, yo había desarrolla­do un cuadro de depresión severa, ansiedad generaliza­da y ergofobia (miedo al ir al trabajo), más el estrés postraumát­ico del cambio de vida por haberme movido de un país a otro”. Desconocía el peligro de estas enfermedad­es mentales, y lo peor, seguían ocurriendo situacione­s que magnificab­an su estado de salud.

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