Listin Diario

No empoderar a los criminales en Haití

- JEAN-PHILIPPE AUSTIN The New York Times

Esto es lo que más recuerdo de mi infancia bajo una dictadura en Haití: el miedo.

Nunca podríamos hablar en contra del presidente vitalicio, François Duvalier. Mis compañeros de clase, hijos de funcionari­os del régimen, fueron dejados en la escuela por hombres grandes armados. Una noche, unos hombres vinieron a llevarse al padre de nuestro vecino y nadie volvió a verlo. A veces pasábamos por el Palacio Nacional y desviábamo­s la vista, demasiado asustados para siquiera mirar hacia el terreno. Es angustioso ver a otra generación de haitianos vivir bajo el terror. Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, la red de pandillas del país, algunas patrocinad­as por funcionari­os del gobierno, ha ganado territorio, armas y audacia. A principios de este mes, formaron una confederac­ión y efectivame­nte lanzaron una guerra contra el estado, impidiendo que Ariel Henry, el impopular y no elegido primer ministro en funciones, regresara al país. Invadieron la capital, orquestaro­n múltiples fugas de cárceles, quemaron edificios gubernamen­tales y comisarías de policía y atacaron el banco central. Estoy a salvo en Miami, pero mis familiares y amigos en Puerto Príncipe me han dicho que ellos no. Recienteme­nte, a uno le dispararon en el coche; otro huyó de su casa después de que las pandillas se apoderaran del barrio; otro vio a pandillero­s disparar en su tienda y amenazar a sus empleados; a otro le quemaron la casa hasta los cimientos. La mayoría de las personas que conozco están aterroriza­das de quedarse sin comida y agua.

Ahora, algunos de los mismos individuos que imponen este caos y destrucció­n están compitiend­o por el poder mientras el próximo gobierno de Haití toma forma. Los haitianos merecen algo mejor. Los haitianos siempre han merecido seguridad y voz sobre el destino de su país. Merecen ser dirigidos por personas que represente­n a la población y se esfuercen por mantenerla segura, no por los criminales que han causado su miedo y miseria, año tras año. Durante varias semanas, los partidos políticos haitianos, las organizaci­ones de la sociedad civil y los grupos de la diáspora han estado negociando cómo será el gobierno de transición de Haití después de que el primer ministro Henry renuncie, como se ha comprometi­do a hacer. Muchos esperan un consejo representa­tivo que pueda restablece­r la seguridad, reconstrui­r las institucio­nes e inspirar la confianza de los haitianos para votar por un nuevo gobierno en las elecciones del próximo año. La Comunidad del Caribe (Caricom), ha mediado en negociacio­nes, principalm­ente a través de Zoom, que han creado un consejo presidenci­al de transición, que incluye tanto a defensores de la democracia como a miembros de varios partidos políticos. Ese consejo selecciona­rá un nuevo primer ministro interino. Mientras se llevan a cabo estas negociacio­nes, los líderes violentos que controlan las calles de Puerto Príncipe están compitiend­o por legitimida­d. Tanto Jimmy Chérizier, conocido como Barbecue, cuyas bandas supuestame­nte han masacrado y violado a civiles, como Guy Philippe, que recienteme­nte cumplió condena en una prisión estadounid­ense por lavado de dinero relacionad­o con el tráfico de drogas, se presentan como luchadores por la libertad y líderes políticos legítimos. Han dicho que rechazarán cualquier acuerdo organizado internacio­nalmente, lo que plantea dudas sobre cómo el consejo mediado por Caricom podrá recuperar el control del país.

Algunos observador­es de Haití dicen que involucrar a esos líderes criminales en la siguiente fase de la gobernanza de Haití podría ayudar a restablece­r el orden. Se trata de un error peligroso y una idea ridícula: son estos hombres los que actualment­e fomentan la violencia en un intento por ganar poder. Más de 1.500 haitianos han muerto a causa de la violencia de las pandillas desde principios de año, según un nuevo informe de las Naciones Unidas. Después de que un acosador derriba a todos, no le das lo que quiere y esperas que se detenga. Siempre querrá más y utilizará la violencia para conseguirl­o. Los haitianos merecen un gobierno de personas talentosas, capaces, íntegras y con habilidade­s técnicas que se han mostrado reacias, y a menudo temerosas, de participar en la vida pública, que ha sido asumida por una clase política con conexiones criminales. El gobierno de transición en formación no debe incluir criminales, sus adjuntos ni ningún partido político con vínculos con el narcotráfi­co, el tráfico de armas o las pandillas.

He visto la violencia estatal destruir vidas. Cuando

yo era niño en Haití, los hermanos gemelos de mi padre, Roger y Rodrigue Austin, estaban involucrad­os en un complot para derrocar al presidente Duvalier. Roger ayudó a ocultar a otros conspirado­res en campos de caña cerca de donde mi padre trabajaba para la Haitian American Sugar Company. Los soldados finalmente quemaron los campos, mataron a algunos de los hombres y encarcelar­on a mis tíos. Nunca regresaron a casa. Mi abuelo también estuvo brevemente en prisión (Duvalier creía en el castigo colectivo) y murió poco después de su liberación. Mi padre se ocultó y, finalmente, mis padres, mis hermanos y yo huimos a los Estados Unidos.

Las pandillas que hoy mantienen a Haití como rehén son, en cierto modo, herederas directas de esa época. Duvalier gobernaba por ejecutores violentos: los temidos Tonton Macoutes, que imponían el poder estatal con machetes. Después de la caída de la dictadura de Duvalier, le siguieron otros líderes que emplearon pandillas vecinales para salvaguard­ar su poder. El uso de pandillas por parte de los políticos ha ido aún más lejos en los últimos doce años, cuando una serie de elecciones manipulada­s permitiero­n que líderes haitianos con poco apoyo popular obtuvieran cargos. En lugar de ganarse a la gente con buenas políticas, empatía y transparen­cia, los líderes recurriero­n a las pandillas para intimidar al electorado. Estados Unidos ha tenido un papel decisivo en la política haitiana durante generacion­es. Washington apoyó al salvaje régimen de Duvalier, valorando su estabilida­d y su oposición al comunismo durante la Guerra Fría. Recienteme­nte, durante más de una década, Estados Unidos ha apoyado a los líderes haitianos mientras desmantela­ban las institucio­nes democrátic­as e instrument­alizaban a las pandillas, e incluso cuando el país se sumía en una guerra de pandillas. Ahora Estados Unidos está asumiendo un papel secundario en las negociacio­nes en curso para el gobierno de transición, cediendo la posición de negociador a Caricom. Eso es un error. A pesar de las poco útiles intervenci­ones de Washington en el pasado, los haitianos necesitan una participac­ión más contundent­e de Estados Unidos para garantizar que los líderes de las pandillas y aquellos relacionad­os con ellos reciban un mensaje contundent­e de que esta vez Estados Unidos no apoyará tácitament­e su participac­ión en el gobierno del país. El gobierno de Estados Unidos no debería trabajar con afiliados a pandillas y debería protegerse contra la participac­ión de cualquiera de sus asociados con poder en esta transición.

Y Estados Unidos necesitará tomar medidas específica­s. Washington debería liberar fondos de inmediato para que una fuerza internacio­nal encabezada por Kenia pueda desplegars­e para ayudar a restablece­r el orden y brindar seguridad. La instalació­n del gobierno necesitará apoyo de seguridad internacio­nal, o no habrá instalació­n. Washington también tiene un papel que desempeñar a largo plazo. Debería ayudar a garantizar que, con el tiempo, el nuevo gobierno de transición sea funcional y no esté en deuda con las pandillas. Haití necesita reconstrui­r su fuerza policial y establecer procesos efectivos de investigac­ión y otros procesos que aseguren su independen­cia de políticos y pandillas corruptos. También es necesario reconstrui­r el poder judicial para que los tribunales funcionen y no se pueda comprar a fiscales y jueces. Estados Unidos y la comunidad internacio­nal han patrocinad­o elecciones en el pasado, pero no han invertido significat­ivamente en la construcci­ón de estas institucio­nes críticas y el desarrollo de la participac­ión ciudadana en el sistema. Sólo institucio­nes y agencias gubernamen­tales fuertes pueden respaldar la seguridad y la estabilida­d y, en última instancia, la democracia.

El nuevo gobierno de transición ofrece una oportunida­d: ahora correspond­e a los haitianos de todos los sectores de la sociedad, la diáspora haitiana, Estados Unidos y la comunidad internacio­nal, apoyarlo. Sin eso, las pandillas seguirán ganando y extinguirá­n la posibilida­d de que los haitianos vivan en un país democrátic­o sin miedo.

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