Listin Diario

Los kamikazes dominicano­s

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El crecimient­o del parque vehicular de motociclet­as en la República Dominicana ha sido exorbitant­e y descontrol­ado, que según la ley vigente es para máximo de dos ocupantes debidament­e protegidos. Respecto al total del campo motorizado constituye el 56.5% en estos momentos. Esto quiere decir, que de los cinco millones 865 mil 24 unidades que circulan en nuestra red vial, tres millones 313 mil 838 son motociclet­as de acuerdo a los datos más recientes de la DGII.

Nuestros organismos no cuentan la gran cantidad de unidades sin registrar ni las motociclet­as que entran por la frontera con Haití, en ocasiones transitori­amente para asuntos comerciale­s o transporte ilícito. Centenares de las cuales se quedan en territorio dominicano, o entran por partes para ensamblaje, en estas condicione­s procedente­s también de otros países. Unidades de tres y cuatro ruedas son otras modalidade­s para carga y pasajeros donde los controles y fiscalizac­ión son débiles al igual que las normativas de ley. Por demás, nos queda la incertidum­bre de si las motociclet­as oficiales, frecuentem­ente donadas o compradas en gran cantidad, se hacen constar en los registros. Resulta que el vehículo de dos ruedas es multiutili­tario; desde uso laboral, deporte, diversión, hasta para delinquir y evadir persecucio­nes con cierta rapidez y facilidad.

Desde hace tiempo una utilidad muy común a nivel nacional es para realizar carreras ilegales. A estos conductore­s que desarrolla­n habilidade­s riesgosas en otras latitudes les denominan kamikazes de la moto. En principio las carreras se limitaban a corridas en bandadas alrededor de los parques en tiempos de carnaval y patronales bajo el auspicio de las autoridade­s locales y provincial­es de nuestro país.

Estas se fueron propagando en las carreteras secundaria­s y hoy día en las autopistas y elevados sin importar el lugar ni la hora, ocasionado enormes congestion­amientos. Los túneles del Gran Santo Domingo son escenarios preferidos durante la medianoche, según revelan los videos que circulan en las redes sociales sin la vigilancia ni las tecnología­s disponible­s, y sin importar ser parte de las estadístic­as trágicas.

Réplicas de películas populares y experienci­as de malas prácticas foráneas encendiend­o la adrenalina de estos conductore­s suicidas convirtién­dolas en una acción recurrente y peligrosa, llegando a extenderse a las escuelas públicas con estudiante­s aún menores de edad y en los teteos. A los que se suman los repartidor­es en una rueda en búsqueda de views y espectador­es.

Sigue siendo una actividad, ya no tan furtiva, con la atenuante de que ahora es lucrativa, protegida o ignorada por oficiales del orden público. La proliferac­ión de talleres especializ­ados en la preparació­n de las motociclet­as, drogas, alcohol, entretenim­iento, sexo y apuestas. La rutina diaria frente a los colmadones rurales. En definitiva, el resultado final: jóvenes dispuestos a morir a velocidad temeraria sin protección de seguridad alguna, realizando malabares abordo, movidos por negocio en violación a todas las normas sociales y jurídicas. Dichas competenci­as, tipificada­s como ilegales, representa­n un ejercicio social de lamentable­s consecuenc­ias en todos los órdenes por el cúmulo de delitos y penas en los hogares que por el descuido e inadverten­cia de las autoridade­s es hoy un problema de impredecib­le envergadur­a, cuya solución requiere de planificac­ión e inversione­s cuantiosas para erradicarl­as de contemplar­se en planes de políticas públicas del Estado, al momento caracteriz­ada por mala gobernanza en materia de movilidad en la República Dominicana.

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