REFLEXIONES DEL DIRECTOR
Mis comentarios iniciales tomaban entre cinco y seis minutos, tiempo que me parecía corto y coercitivo para llegar al fondo, en forma de análisis, de la noticia del día.
El experimento original duró poco, pues una semana después los productores del canal se quejaron ante el dueño de que mi comentario “tomaba demasiado tiempo”, lo que afectaba el formato dinámico del noticiario.
Me llamaron y me comunicaron, cortésmente, pero con un inocultable apremio, que tenía que reducir el comentario a tres minutos, casi como algo excepcional, lo que a mi juicio era improbable.
Después de tragarme la inconformidad y el desconcierto, acepté el reto.
Cuando me aventuré a restringir el análisis a tres minutos, sentía que era incapaz de describir un hecho, examinarlo en sus vertientes más relevantes y producir una conclusión aceptable en ese lapso.
Pero la historia no termina ahí.
La semana siguiente, volvieron los productores, más francos y menos diplomáticos y me dijeron: “Mire Franjul, no podemos seguir dándole tanto tiempo a ese comentario. A lo sumo, tendrá que hacerlo en un minuto”.
¿En un minuto? Estallé furioso y les dije: Pues búsquense otro u olvídense del comentario de la noticia. O pongan a un locutor a leerlos, como hacían los de La Voz Dominicana de Trujillo, porque con ese fórceps no creo que ni siquiera pueda llegar a decir al público de qué les hablaría.
Eso creó una crisis momentánea en el periódico y en el canal, porque me resistía a esa camisa de fuerza del reducido tiempo.
Como el mensaje me lo dieron un viernes, para que meditara en el fin de semana, opté por consultar a dos maestros de la síntesis analítica: don Salvador Pittaluga Nivar y el doctor Héctor Pérez Reyes.