Buscando ‘mejoría’ en su vida, volvió a ser víctima de violencia
Después de haber pasado por tan dura prueba, la mujer que hoy cuenta su historia para que otras tomen consciencia de lo importante que es poner un alto a tiempo a los maltratos de género, admite que, aunque es importante establecer una relación sana y bonita con una pareja, “no es algo de vida o muerte, puedes lograr tener una vida plena y hermosa contigo misma o con tus hijos, si los tienes, o con tu familia y amigos”. A ella le está funcionando poner en marcha el plan de: “quedarme, no sola, sino sin hombre para siempre”.
Con timidez mostró algunas heridas en su cuerpo, incluyendo una cerquita del corazón. “Esa es la que me recuerda que debo proteger esta parte por dentro y por fuera. Cuando pasó la primera experiencia, que fue la que me dejó esa marca, decidí tenerla como referencia para nunca más volver a casarme. Pero no fue así. Buscando mejoría en mi vida y botando el miedo, volví a ser víctima de violencia”. Por ello ha pagado un alto precio. Tiene 25 cicatrices en el cuerpo y un sin número de recuerdos en la memoria que, desde hace cinco años no la dejan prestarle atención a ningún pretendiente.
Es una mujer que luce bien, inteligente, dinámica, y que terminó su carrera después de volver a la vida luego de ser víctima de intento de feminicidio la primera vez. Hoy día no juzga a quienes opinan que por qué volvió a aguantar maltratos. “Eso sólo lo puede explicar quien lo vive. Son cosas que pasan, y no precisamente por la ley de la atracción…”. Quería seguir abundando, pero decidió callar y limitarse a decir: “Aquí por todo te atacan, todo el mundo se siente con derecho de aconsejarte, de criticarte, pero cuando necesitas ayuda, no aparece nadie”. Lo dejó ahí.
Dos experiencias más de violencia
Luego de “superar” lo sucedido, gracias al apoyo de su familia, algunos amigos y un profesional de la conducta, quien en todo momento resguardó su identidad, conoció a otra persona que le prestó toda la atención que en ese momento ella necesitaba.
“Era un compañero de trabajo, pues cuando me sentí sana, me puse a trabajar para mantener a mi hija. El caso es que nos conocimos y él fue ganándose mi confianza, hasta que tiempo después, nos mudamos juntos. Me pidió matrimonio, pero preferimos dejarlo para luego”. Hasta ahí todo bien. Meses después él le pidió que tuvieran un hijo, y así pasó. Nació una hermosa niña de esa relación y contrario a la primera vez, él mostró ser un buen padre. Pero nada es perfecto. Según le contaban a ella, él andaba con otra persona. “Comenzó a llegar tarmis de, me hablaba mal por todo, pero yo no le reclamaba. Él cambió de trabajo y ya se creía más que yo. Con lo que ya yo había vivido era suficiente como para ‘sacar pie’ como decimos los dominicanos”. Cuando sintió que era una relación insostenible, lo dejó y se fue a vivir sola. Él no lo aceptaba.
El caso es que un día fue. “No sé cómo supo dónde me había mudado. Tocó la puerta como un loco, que le dejaran ver a su hija, a la que ya ni caso le hacía. La niña estaba durmiendo y yo haciendo una cenita. No sé de dónde sacó un palo, y comenzó a golpearme hasta dejarme por muerta. Me contaron luego que un vecino lo persiguió y los demás se encargaron de la niña. Duré mucho tiempo para recuperarme y creían que no me salvaba”. Lo metieron preso. No sabe si sigue en la cárcel ni le interesa.
La tercera, la vencida
Pasó el tiempo, ella vuelve a la carga con su recuperación. “Como sé, dirán algunos: ‘esta no coge cabeza’, volví a establecer mi última relación. Desde el principio me di cuenta que no iba para ningún lado y ni quise mudarme nunca con él. Como madre, yo veía, erróneamente, lo mucho que él quería a hijas, y decidí darme una ‘oportunidad’ y conocerlo. Mi familia no estaba de acuerdo, pero continué buscando sanar”. Esto la hace llorar y queda explícito que los traumas están ahí.
Meses de relación con esa tercera pareja fueron suficientes para que un día él se apareciera en la casa de la hermana de la víctima y, sólo diciéndole: “¿Por qué es que tú no me quieres a mí, porque soy menos que tú?”, comenzó a acuchillarla delante de sus hijas y una amiga que atinó a proteger a las pequeñas. Más de un mes interna tuvo que durar para volver a la vida. Con él no tuvo hijos, “gracias al Señor”. Lo dice ella. Le propinó 18 puñaladas, tres de gran peligro. Él fue llevado a la cárcel y tiempo después murió envenenado. “De eso, su familia trató de culpar a mi hermano, pero Dios es tan misericordioso que no encontraron pruebas para que lo pusieran preso. Hoy yo vivo para contarlo, pero sé que no todas corren esa ‘suerte’, si así se le puede llamar”. Al decir esto sólo le pide a la sociedad que deje de juzgar a la mujer por “aguantar”. “Sólo el que está en la situación sabe por lo que atraviesa y la decisión que toma”. Después de tantas experiencias, ella decidió quedarse sin pareja para siempre.