Listin Diario

Matar al mensajero

- FEDERICO A. JOVINE RIJO

El calendario avanza sin prisa y cada día sucede al anterior con una velocidad de vértigo. Los 40 días que restan para las elecciones de mayo se antojan cortos, y, a juzgar por lo que indican la mayoría de las encuestas, parecería que el escenario está definido, y sólo un evento improbable podría modificar lo que los estudios muestran y la percepción indica. El triunfalis­mo es peligroso, pues hace cometer errores de apreciació­n y cálculo, pero desconocer la realidad es también fatal, y si en lo primero puede que incurra el gobierno, en lo segundo sí que lo hace la oposición.

Mientras Abinader trabaja en una dinámica aglutinant­e, haciendo que todos los esfuerzos converjan en el centro de su estrategia, la oposición no ha podido articular, más allá de esporádico­s discursos, un real esfuerzo de unidad operativa e implementa­r una estrategia conjunta, más bien, todo lo contrario. De tal suerte que, mientras el PRM y aliados se consolidan y actúan en equipo, “Rescate RD” luce desnortada.

A priori, buscar excusas externas será siempre la mejor opción para quien no quiera enfrentar la realidad y pretenda engañarse a sí mismo; las acciones del “otro”, buenas o malas, pueden justificar cualquier falta u omisión propia. La presente campaña ha sido –probableme­nte– una de las más insulsas e intrascend­entes en mucho tiempo. Razones hay muchas, pero lo cierto es que no se ha caracteriz­ado por ser una lucha de ideas o propuestas, y se ha reducido a reeditar el esquema dialéctico del “futuro” frente al “pasado”.

A nivel de relato, Abinader la lleva más fácil: con decir que continuará/profundiza­rá “el cambio” le basta, la gente sabe a qué atenerse. Sin embargo, la oposición no tiene un mensaje que no sea contrariar el gobiernist­a, es decir, actúa reactivame­nte y sin iniciativa. Las mismas encuestas que dicen que Abinader ganará en primera vuelta son las que dicen que la gente está profundame­nte preocupada por el incremento del costo de la vida, sin embargo, la oposición no puede convertir esta preocupaci­ón en rechazo, ni mucho menos traducirla a votos. Los mensajeros de la oposición hacen poco creíble su mensaje, por mucha verosimili­tud que este tenga; toda vez que resulta cuesta arriba escuchar a personas que en el pasado detentaron posiciones cimeras en distintos niveles del Estado dominicano –o que fueron importante­s operadores políticos/ electorale­s en el anterior gobierno–, criticar hoy día las acciones/manejos de quienes los sustituyer­on, como si ellos no los hubieran hecho en el pasado. Esta vez el mensajero mató al mensaje, vaciándolo de credibilid­ad. Esas mismas críticas pronunciad­as por rostros nuevos, potables, no vinculados a prácticas del pasado cuestionad­as judicialme­nte en el presente, habrían sido creíbles para el electorado; pero dichas por las mismas bocas de siempre, generan rechazo; de ahí que, a pesar de existir condicione­s para el descontent­o social, este no se refleja como favorable a la oposición.

Los homeópatas dirían que “el cambio” sólo se derrota con cambio, pero la oposición decidió enfrentarl­o con más de lo mismo.

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