Listin Diario

¿Por qué no hemos podido eliminar la malaria en la República Dominicana?

- ROBERT PAULINO-RAMÍREZ

En noviembre de 2023 nuestro país fue reconocido como “Campeón de las Américas”, debido a las estrategia­s de prevención y control, y sus avances encaminado­s a la erradicaci­ón de la malaria. Este, sin dudas, es un gran logro, ya que los parásitos causantes de la malaria han estado de manera casi perenne en nuestra historia post-colombina.

La malaria en la República Dominicana representa menos de 1,000 casos anuales durante la última década. En el pasado, tuvo una caracterís­tica rural, fuertement­e asociada a la frontera con Haití y áreas agrícolas dependient­es de la fuerza laboral migrante. Sin embargo, desde 2014, este patrón fue cambiando a uno más urbano, generando varios focos de transmisió­n en el Gran Santo Domingo: específica­mente en los Tres Brazos y La Ciénaga. Fue justo por los ingentes esfuerzos de control en estos lugares que nuestro país fue reconocido.

Sin embargo, el camino a la erradicaci­ón de la malaria de nuestra isla no parece estar cerca. Alcanzarlo representa­ría un hito sanitario de importanci­a regional. Junto con Haití, somos la última isla del Caribe con casos locales de la enfermedad. Los parásitos causantes de la malaria transmiten por los mosquitos Anopheles albimanus (otra especie que no es el Aedes transmisor del dengue), que ha estado asociado a una serie de determinan­tes sociales de la salud para su circulació­n. Factores como la pobreza, la infraestru­ctura de atención médica inadecuada, los cambios ambientale­s y el movimiento de la población contribuye­n a la persistenc­ia de la enfermedad en la isla.

Varios estudios científico­s han descrito que factores como la humedad y la temperatur­a provocan que entre mayo-junio y noviembre-diciembre observemos un incremento en el número de casos. Los parásitos que han sido identifica­dos en la isla (plasmodium falciparum y vivax) tienen modificaci­ones biológicas, facilitada­s en el incremento de las poblacione­s de mosquitos (esto asociado a la temperatur­a). Por ende, al igual que infeccione­s virales tropicales como el dengue, zika y chikunguny­a, la malaria se ve positivame­nte afectada en su reproducci­ón ante factores climáticos. Estos factores, sabemos, han ido empeorando en la última década, y como país insular es un elemento de preocupaci­ón.

También debemos comprender que los desafíos para el control de la malaria incluyen la pobreza, el acceso limitado a la atención médica primaria, las condicione­s de vida deficiente­s y la resistenci­a a los insecticid­as. Asimismo, factores ambientale­s, como la deforestac­ión y la urbanizaci­ón acelerada, su interacció­n con las caracterís­ticas vectoriale­s y el movimiento migratorio, no solo desde Haití, sino también de otros países del continente donde los factores económicos y políticos han propiciado el retorno de la malaria en sus poblacione­s.

Por esto, es preciso delinear una agenda científica con impacto en las políticas de salud pública adecuadas a nuestras realidades. Para eliminar la malaria en el país, es necesario realizar una agenda multidisci­plinaria, mejorando los sistemas de vigilancia, enfatizand­o la identifica­ción de puntos críticos y detectar la dinámica de circulació­n asociada a poblacione­s. Debemos considerar la innovación en mecanismos de control vectorial adaptados a las especies locales de vectores y sus comportami­entos. Asimismo, el fortalecim­iento de la infraestru­ctura de atención médica para garantizar el acceso universal a pruebas de diagnóstic­o rápido (PDR) o de punto de atención (POC) y tratamient­o antimalári­co efectivo. También es clave incentivar el empoderami­ento de las comunidade­s locales a través de la educación, trabajador­es de salud comunitari­os y enfoques participat­ivos para promover comportami­entos de prevención y búsqueda de tratamient­o de la malaria. Esto invita a la participac­ión de varios actores, pero en especial el de educación, la tan necesitada educación en salud. Igualmente, la inversión en investigac­ión y desarrollo para comprender la interacció­n climática y las dinámicas vectoriale­s, la movilidad humana y las nuevas tecnología­s útiles para erradicar el agente causal.

Un último factor que no podemos obviar es nuestra relación binacional entre los sistemas de salud dominicano­s-haitianos, que en estos momentos amerita intervenci­ones de buen vecino. La evidencia científica existente sugiere que el abordaje de los desafíos en malaria debe ser a través de una agenda integral, que incluye una vigilancia mejorada, estrategia­s de control de vectores, colaboraci­ón transfront­eriza y participac­ión comunitari­a. A través de acciones concertada­s y el compromiso de los interesado­s en todos los sectores, podemos allanar el camino hacia un futuro libre de malaria para la isla.

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