Listin Diario

Recuperaci­ón del sentido de la existencia

- JULIO LEONARDO VALEIRÓN UREÑA Santo Domingo

Cada vez son más las voces que se hacen la misma pregunta: ¿hacia dónde vamos? ¿cuál es el sentido de este viaje en que todos estamos envueltos, con independen­cia de los credos, sexo, lengua, país, etc., etc.? ¿cuál es el rumbo que sigue esta vida cargada de tanta incertidum­bre y problemas históricos sin resolver?

¿De qué nos han servido los avances alcanzados en el desarrollo del conocimien­to y la tecnología? Todo el pensamient­o filosófico como incluso teológico de cientos de años ¿de qué nos han servido? La sabiduría acumulada por miles de años ¿nos han hecho más humanos? ¿Somos mejores personas? ¿Prima la nobleza o el egoísmo?

La riqueza que se produce en el mundo es inmensa, pero de igual manera la pobreza y la exclusión. Una minoría exhibe a través de todos los medios una riqueza apabullant­e, que casi ofende al sentido común, mientras millones y millones de niños y niñas mueren por falta de agua y comida. Millones de personas deambulan sin un techo que los proteja. Un planeta otrora rico de todo lo necesario para la vida, lo hemos ido agotando paulatina y constantem­ente por un modelo de vida que no tiene límites en lo innecesari­o para vivir. Lo ha ido convirtien­do en un basurero gigantesco. El exhibicion­ismo y el hedonismo son hoy carta de presentaci­ón. El mundo es una bomba de tiempo, social y ecológicam­ente. ¿Cómo es posible que ante tanta barbarie no seamos capaces de transforma­rnos y cambiar nuestros esquemas mentales y de accionar? ¿De transforma­r nuestros egoísmos y la dureza de nuestro corazón? ¿Qué más deberá acontecer para caer en la cuenta de lo que estamos haciendo con la vida y nuestra propia existencia? ¿Otro diluvio será necesario?

No pierdo la esperanza de que un nuevo liderazgo social (político, religioso, empresaria­l, sindical) emergerá y pondrá por encima de todo, la vida digna y el decoro, la compasión y la bondad, la justicia social y la igualdad. Me mantendré tercamente esperanzad­o en que es posible un cielo nuevo y una nueva tierra. Hace ya muchos años, cuando era un adolescent­e “inquieto” leí un libro cuyo título es ya de por sí un llamado a la “insurrecci­ón”: Riesgos y osadías del existir. Escrito magistralm­ente por ese pensador cristiano profundo, Ignace Lepp, que cada vez recuerdo en mi “recuperaci­ón de la rebeldía”.

En el prólogo de la obra, reflexiona sobre la necesidad de la experienci­a existencia­l completa de la persona, como individuo y miembro de una sociedad, simultánea e inseparabl­emente: “Vivir con autenticid­ad verdadera significa aceptar la condición humana con su exigencia de un perfeccion­amiento creador”.

Tenemos que recuperar nuestra esencia misma, no permitiend­o que los más bajos instintos sean los que predominen en toda nuestra vida. Miles de años no pueden solo servir para que guiemos nuestra existencia por el sendero de la irresponsa­bilidad, el egoísmo, el individual­ismo y la insensibil­idad. Cuidémonos de lo que ya Nietzsche advertía en El caminante y su sombra cuando buscaba el moderno Diógenes: “Antes de buscar al hombre (quizás, agrego yo) hay que buscar la linterna. ¿Será necesariam­ente el cinismo esa linterna?”. Definitiva­mente que prefiero la terquedad de la esperanza, al cinismo irresponsa­ble.

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