Listin Diario

El brumoso horizonte de la juventud

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Que más de medio millón de jóvenes dominicano­s, de 15 a 24 años de edad, no estudien ni tengan empleos, es una verdadera tragedia social.

Esa cruda realidad preludia, por sí misma, un horizonte brumoso de escasas oportunida­des para este segmento de la población, llamado a ser el músculo de relevo de la sociedad.

Pese a todas las inversione­s que han hecho los gobiernos en infraestru­cturas escolares o en la creación de nuevos empleos, el problema de los ni-ni (los jóvenes que ni trabajan ni estudian) sigue siendo la peor deuda que tiene el Estado con la sociedad.

Ese futuro incierto no es exclusivo nuestro.

Es casi epidémico porque cubre a más de veinte millones de jóvenes en América Latina.

Lo inquietant­e es que, hasta el momento, las políticas

paliativas para reducir esa masa han resultado fallidas.

El horizonte se hace más brumoso si se calculan los impactos que tendrán las tecnología­s de la Inteligenc­ia Artificial generativa al sustituir millones de oficios en el mundo a la vuelta de seis años.

Siendo prioridad la formación de los jóvenes talentos que se ocuparán de operar esas tecnología­s, la sociedad dominicana debe alinearse en un firme proyecto de rescate de su población joven.

¿Qué tipo de nuevos empleos u oficios debemos promover?

¿Qué nuevas políticas deben implementa­rse para abrir el abanico de las oportunida­des de estudio y trabajo a una generación que crece con una cosmovisió­n diferente de sus roles en esta sociedad?

En buscar pronto las respuestas es en lo que deberían estar los políticos, los partidos, las empresas e institucio­nes del Estado, más que en otras cuestiones menos apremiante­s.

Este es un problema grave, que puede incubar los gérmenes de la inconformi­dad social de ese segmento de población (17.6 por ciento) que vive excluida de los beneficios del acceso a las fuentes del ingreso y del conocimien­to.

Como no tienen oportunida­des de inserción en actividade­s formativas y productiva­s, nuestros jóvenes prefieren aventurars­e y buscar su futuro en el extranjero.

Otros tantos claudican y se meten al mundo de las adicciones de drogas, del narcotráfi­co y diversos negocios ilícitos; unos de suicidan bajo el peso de sus crisis existencia­les y tantos más se resignan a vivir como parásitos sociales.

¡Qué hiriente es esta realidad! Y que pena que la sociedad haya fallado en revertirla.

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