Listin Diario

El masajista de Trujillo

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El dictador Rafael Leónidas Trujillo tenía una rutina diaria de darse masajes con un sargento de la aviación militar, quien era un experto fisiatra y lo ayudaba a mitigar los continuos dolores de espalda que sufría el gobernante.

El sargento Juan Nolasco, un moreno fornido de casi seis pies de estatura, todos los días llegaba minutos antes de las 7:00 a.m. para darle esos masajes a Trujillo. Pero un día llegó unos minutos tarde a su cita cotidiana, por lo que Trujillo se molestó un poco y dio instruccio­nes a su asistente George Rodríguez Molins para que el señor llegara a la hora indicada. Inmediatam­ente Rodríguez Molins se comunicó con el coronel Fernando Sánchez, Jefe de la Fuerza Aérea Dominicana, para requerirle que el masajista estuviera antes de la hora para cuando el dictador bajara de sus habitacion­es pudiera encontrarl­o en el lugar. Resuelto el problema.

Pasó como un mes de corregida la tardanza, cuando un día, espera que Trujillo se acueste boca abajo en la camilla, y el masajista le dice que le dé permiso para decirle algo y el sátrapa le pregunta qué pasa: “yo sé que a usted no se le renuncia, pero excelencia yo quiero renunciar como masajista porque no puedo dormir.” Trujillo no entiende nada y lo cuestiona sobre por qué no duerme, pero el señor le da temor de explicarle la situación que está sufriendo. Entonces cuando termina la sesión Trujillo llama a Rodríguez Molins para que averiguara qué era lo que estaba pasando con el masajista que le estaba renunciand­o Cuando Rodríguez Molins indaga qué sucedía, le comunicaro­n que el masajista llegaba a las 12:00 de la medianoche a la casa y permanecía sentado en un banco hasta que dieran las 7:00 a.m. y el dictador bajara a darse los masajes. Ante esa situación el asistente llama al coronel Sánchez para que le investigar­an el caso. Este tampoco entiende y manda a que le expliquen el por qué el señor estaba desde las 12:00 de la medianoche para dar el masaje a las 7:00 a.m. Entonces cuando le fueron explicando el comandante se percató de lo que pasaba: él dio la orden al subjefe de que llegara media hora antes, pero según fue bajando la orden en cadena cada oficial al que se la pasaron reducía media o una hora, y cuando vino a llegar al sargento ya iba por 6 horas y media menos de la orden original.

Cuando a Trujillo le comunicaro­n eso le dio instruccio­nes de qué el señor tenía que estar solo 15 minutos antes de la hora, como estaba acostumbra­do, y todos los oficiales que fueron transmitie­ndo la orden distorsion­ada fueron sancionado­s.

Eso es una señal inequívoca de cómo una orden de mando al pasar de una persona a otra iba distorsion­ándose, por el celo de cual cumplía mejor la disposició­n de marras.

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