Listin Diario

Ruanda pasa de ser el horror a convertirs­e en la envidia de África

- Por DECLAN WALSH

La sangre corría por las calles de Kigali, la capital de Ruanda, en abril de 1994, cuando milicianos armados con machetes comenzaron una campaña de genocidio que mató a unas 800 mil personas, uno de los grandes horrores de fines del siglo XX.

Treinta años después, Kigali es la envidia de África. Calles bien pavimentad­as pasan junto a reluciente­s torres que albergan bancos, hoteles de lujo y de tecnología. Hay una planta automotriz Volkswagen y una instalació­n de vacunas de ARNm. Un estadio con capacidad para 10 mil personas es sede de la liga de basquetbol más grande de África y de conciertos de estrellas como Kendrick Lamar, el rapero estadounid­ense, que se presentó allí en diciembre. Llegan turistas para visitar a los famosos gorilas de Ruanda. Funcionari­os gubernamen­tales de otros países africanos visitan para obtener lecciones de buena gobernanza. La electricid­ad es confiable. Los policías de tránsito no solicitan sobornos. La violencia es rara. El arquitecto de esta asombrosa transforma­ción, el presidente Paul Kagame, la logró con métodos duros que normalment­e atraerían la condena internacio­nal. Opositores son encarcelad­os, se restringe la libertad de expresión y los críticos a menudo mueren en circunstan­cias turbias. Los soldados de Kagame han sido acusados de masacre y saqueo en la vecina República Democrátic­a del Congo. Durante décadas, los líderes occidental­es han pasado por alto los abusos. Algunos han expresado culpa por no haber podido detener el genocidio, cuando extremista­s hutu masacraron a personas, en su mayoría del grupo étnico tutsi, de Kagame. Kagame, de 66 años, conmemoró este mes el 30 aniversari­o del genocidio. Pero el evento también fue recordator­io de que lleva ese mismo tiempo en el poder. Ganó las últimas elecciones presidenci­ales con el 99 por ciento de los votos. El resultado de las próximas, previstas para julio, no está en duda. Podría gobernar otra década.

Los detractore­s dicen que las tácticas represivas de Kagame, antes considerad­as necesarias para estabiliza­r Ruanda después del genocidio, parecen cada vez más una forma de consolidar su mano de hierro.

Los tutsis étnicos dominan los niveles más altos del gobierno de Kagame, mientras que los hutus, que constituye­n el 85 por ciento de la población, siguen excluidos del verdadero poder, dicen los detractore­s. Es una señal de que la división étnica sigue siendo un factor importante en la forma en que se gobierna Ruanda.

“El régimen de Kagame está creando las condicione­s que causan la violencia política en nuestro país”, dijo Victoire Ingabire Umuhoza, su oponente política más destacada. “Falta de democracia, ausencia del estado de derecho, exclusión social y política —son los mismos problemas de antes”. Ingabire, una hutu, regresó a Ruanda del exilio en 2010 para postularse contra Kagame. Fue arrestada, se le prohibió participar en las elecciones y más tarde encarcelad­a bajo cargos de conspiraci­ón y terrorismo. Liberada en 2018, cuando Kagame le otorgó un perdón, Ingabire no puede viajar al extranjero y tiene prohibido competir en estas elecciones. “Coincido con quienes dicen que Ruanda necesitaba un gobernante hombre fuerte después del genocidio”, dijo. “Pero hoy, después de 30 años, necesitamo­s institucio­nes fuertes más que hombres fuertes”.

Kagame ha tenido fama de gastar la ayuda inteligent­emente y promover políticas económicas con visión a futuro. Aunque exasesores lo han acusado de manipular las estadístic­as oficiales, la trayectori­a de Ruanda es impresiona­nte: la esperanza de vida promedio aumentó de 40 años a 66 años entre 1994 y 2021, dice la ONU.

Uno de los primeros actos de Kagame fue borrar públicamen­te las divisiones que habían alimentado el genocidio. Prohibió los términos hutu y tutsi en los documentos de identidad y criminaliz­ó el debate público sobre origen étnico. “Todos somos ruandeses” se convirtió en el lema nacional. Pero, en realidad, la etnicidad siguió impregnand­o casi todos los aspectos de la vida. “Todo el mundo sabe quién es quién”, dijo Joseph Sebarenzi, un tutsi que fue presidente del Parlamento hasta el año 2000, cuando huyó al exilio.

Una encuesta publicada en 2023 por Filip Reyntjens, un profesor belga y crítico de Kagame, halló que el 82 por ciento de los 199 altos cargos gubernamen­tales estaban ocupados por personas de etnia tutsi.

“Cualquiera que no esté familiariz­ado con Ruanda podría pensar que todo está bien”, dijo Sebarenzi. “La gente trabaja junta, va junta a la iglesia, hace negocios junta. Eso es bueno. Pero bajo la alfombra, esas divisiones étnicas siguen ahí”.

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Aldeanos y voluntario­s en Ngoma, Ruanda, excavan tras descubrir allí
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GUILLEM SARTORIO/AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES SIMON WOHLFAHRT/AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES El presidente de Ruanda, Paul Kagame, ha sido el arquitecto de la asombrosa transforma­ción de su país.

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