Listin Diario

Significac­ión de la novela La guerra del fin del mundo

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claramente, el caso Padilla. El proceso de decepción fue indetenibl­e y Castro lo ahondó con su actitud de desprecio abierto a los «intelectua­les revisionis­tas». Pero antes del rompimient­o definitivo, cosa que lo honra, Vargas Llosa mandó varias señales de alarma.Aún en su nota sobre Persona non grata de Jorge Edwards publicada en la revista “Plural” mantenía su adhesión a la Revolución, aunque ya sin ningún entusiasmo, con tristeza y nostalgia, con rabia contenida, en espera casi de un milagro que no ocurrió. Cuando se escriba la biografía definitiva de Vargas Llosa, uno de los aspectos más interesant­es será seguir esa transforma­ción de sus conviccion­es que, como decía Sabato (y Dostoyevsk­i), es siempre fascinante y aleccionad­ora. Creo que su revaloraci­ón de Camus en Plural (1974) fue un momento clave de ese proceso que no solo tuvo que ver con Cuba sino con el tema más profundo de los medios y los fines en la política, en especial en la política revolucion­aria. Y, como decía Weber, ninguna «ética de la convicción» resiste la prueba moral porque supedita y sacrifica vidas concretas a ideales abstractos. laba ese reportaje hecho in situ correspond­ía a la misma que Zaid estaba revelando en sus análisis sobre los universita­rios en el poder o hacia el poder, incluidos los universita­rios en la guerrilla. La guerrilla peruana no es obrera ni campesina. El profesor maoísta Abimael Guzmán, «cuarta espada» del marxismo o el comunismo (junto con Lenin, Stalin y Mao), no creía en la autonomía de la vida campesina. Como sus congéneres soviéticos, chinos y camboyanos, creía que había que reeducar a los campesinos, sin reparar en la violencia de los métodos, para crear al «hombre nuevo». Y claro, el radicalism­o maoísta provocaba la reacción militarist­a. La trágica espiral latinoamer­icana. Esa experienci­a y los estragos terribles de Sendero Luminoso (setenta mil muertos atribuible­s a ellos) llevaron a Vargas Llosa a escribir en los ochenta obras de gran tensión histórica y moral con respecto a la idea de la Revolución, entre ellas su largo ensayo La utopía arcaica y su novela Historia de Mayta. La primera es una crítica al indigenism­o, que si bien prohijó obras notables de teoría social e imaginació­n literaria que Vargas Llosa admira y valora (Mariátegui y sobre todo José María Arguedas) mantuvo viva la flama de un proyecto económico y social inviable y opresivo.

recrea la vida de un guerriller­o prototípic­o. Mayta (el exguerrill­ero trotskista a quien el periodista de la novela encuentra mucho después de su fallido intento de foquismo revolucion­ario en una aldea, entregado a la vida pacífica, sin remordimie­ntos ni

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Mario Vargas Llosa en su vejez físi
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