PENSAMIENTO
Creo que la Revolución rusa fue para Octavio Paz lo que la cubana fue para Mario Vargas Llosa: un advenimiento histórico que atrajo no solo su simpatía sino su adhesión activa y apasionada. Pero la de Mario lo fue aún más, porque se trataba de la revolución latinoamericana, la revolución en tiempo presente, hecha por guerrilleros de su propia generación. Como él ha narrado en varios textos, desde el primer momento se entregó a ella y le fue fiel largo tiempo. Su rompimiento no fue súbito, sino un proceso doloroso de decepción. Creo que tanto en Paz como en Vargas Llosa la palabra clave es desencanto, un desencanto que al profundizarse desemboca en una crítica feroz, una crítica proporcional a la dimensión del compromiso anterior.
Paz cargaba un sentimiento de culpa por haber callado cuando tenía frente a sí evidencias irrefutables de los crímenes del régimen soviético.
No creo que en Vargas Llosa quepa hablar de culpa, acaso sí de remordimiento, porque, a pesar de los atropellos de toda índole que la Revolución cubana cometió en sus primeros años, no hubo purgas de la dimensión soviética. Paz no las hubiera tolerado y mantuvo un apoyo discreto, a distancia, hasta fines de los sesenta. Para Vargas Llosa los puntos de quiebre fueron la invasión a Checoslovaquia en 1968 y luego,
¿Siguió siendo socialisra? Creo que sí, y ahí tienes otro paralelo con Paz. Pero mientras Octavio nunca se apartó de esa fe, o de esa posibilidad, a fines de los setenta Vargas Llosa sí lo hizo, de manera clara y terminante. Mario formaba parte de Vuelta, el barco intelectual de la disidencia. Lo tuve claro siempre y más aún en 1983, cuando publicó con nosotros y en The New York Times Magazine su largo reportaje «La matanza de Uchuraccay». Fue un texto que cimbró a los lectores. Pasó lo siguiente. En Ayacucho, centro de operaciones de la guerrilla Sendero Luminoso, había ocurrido la muerte de ocho periodistas. Una parte de la prensa culpó al gobierno democrático de Fernando Belaúnde Terry, quien decidió nombrar una pequeña comisión investigadora en la que participó Vargas Llosa. Fueron al lugar, recabaron testimonios y concluyeron que los periodistas habían sido asesinados por los campesinos, porque pensaban que eran guerrilleros. Vargas Llosa llegó a la conclusión de que el enfrentamiento entre las guerrillas y las fuerzas armadas eran arreglos de cuentas entre sectores privilegiados de la sociedad, en los que las masas campesinas eran utilizadas por quienes decían querer liberarlas.Vargas Llosa hablaba de «sectores privilegiados», más que de universitarios, pero la realidad que reve