Lecturas de domingo
nostalgias) era uno de esos jóvenes impacientes, radicalizados no por carencias materiales ni desventajas sociales, sino por una truncada o torcida vocación religiosa. En su caso, no habían sido los jesuitas quienes lo «indoctrinaron», como a Dalton, sino los salesianos. La novela narra la escala de la radicalización: sectas clandestinas, lecturas, planes, conjuras. Se trataba de «asaltar el cielo», «bajaremos al cielo del cielo, lo plantaremos en la tierra», decía Mayta. Su fracaso se debió a problemas técnicos, de logística, de planeación. No tuvieron el genio irrepetible de Castro. La novela te dejaba con la certeza de que los guerrilleros (los impacientes, los radicales) de las generaciones venideras cuidarían más esos detalles. Esa persistencia histórica de la Revolución es la que llevaría a Gabriel Zaid a remontarse al origen, y encontró la obra de Joaquín de Fiore que inventó esa idea de «bajar el cielo a la tierra». Mayta y Dalton eran soldados en la escalera mística de la perfección revolucionaria. Del tiempo en que estamos hablando, el gozne entre los setenta y ochenta, data un libro fundamental:
Para mí es la novela más ambiciosa y extraordinaria de Vargas Llosa. La leí deslumbrado porque entroncaba con el tema del mesianismo. En el otoño de 1981, cuando recibimos en la revista “Vuelta” el primer capítulo con la descripción del redentor Antonio Conselheiro, sentí inmediatamente que estaba ante un fenómeno similar a los que estudió Gershom Scholem, el historiador del mesianismo judío. La revelación de esa lectura me llevó a la historia y la antropología de los movimientos mesiánicos, y a entender que, si bien fueron muy característicos del Brasil (hubo otros redentores antes y después de Conselheiro), aparecieron en otros momentos y culturas: en la Alemania medieval, en la Italia del siglo xix.
MARIO LLEGÓ A LA CONCLUSIÓN DE QUE EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LAS GUERRILLAS Y EL EJÉRCITO ERAN AJUSTES DE CUENTAS ENTRE SECTORES PRIVILEGIADOS