Listin Diario

Platón: ¿Cuál es la mejor forma de gobierno?

- EDWARD ANDRÉS NÚÑEZ-MERETTE P. Lea la historia completa en www.listindiar­io.com

El escenario político se muestra con nuevos bríos y cambios en el quehacer político dominicano. Surgen nuevos candidatos, presidenci­ales, senatorial­es y diputacion­es, que por primera vez se presentará­n al escrutinio de la sociedad. Realmente esto nos dice que nuestra democracia se consolida y que estos ejercicios deben ser permanente­s. Ahora, atentos, a las propuestas de nuestros candidatos, que no deben estar alejadas de esperanzas, muy por el contrario, el mundo ha cambiado y se requieren nuevas fórmulas para continuar avanzando como nación.

Es un compromiso ciudadano presentarn­os a las urnas y cumplir con nuestro deber constituci­onal. De lo que se trata es de quién o quiénes ofertarán a nuestro país las estrategia­s para lograr un mejor futuro social, económico, y a la consolidac­ión internacio­nal como destino turístico.

En tal sentido, hagamos una pausa y reflexione­mos en lo siguiente: ¿Cuál era para Platón la mejor forma de gobierno, y por qué creía que la democracia era una de las peores?

La opinión que Platón tenía de la democracia no era muy favorable. Sostenía diálogos entre Sócrates, su maestro, y algunos amigos sobre la naturaleza de los regímenes y las razones por las cuales uno es superior a otro. Quedando en evidencia su opinión sobre la democracia, definiéndo­le, como el gobierno del pueblo. Señaló, que era el proceso para decidir qué hacer, incluso votar por un líder le parecía arriesgado pues los electores eran fácilmente influencia­dos por caracterís­ticas irrelevant­es, como la apariencia de los candidatos, olvidando que lo que se requiere son calificaci­ones para gobernar. Platón, entendía que, para dirigir el Estado, los más indicados eran filósofos especialme­nte entrenados, escogidos por su incorrupti­bilidad y por tener un conocimien­to de la realidad más profundo que el común de la gente. Esa forma de gobierno era la aristocrac­ia o el gobierno de los mejores, donde unos pocos se pasarían la vida preparándo­se para el liderazgo, los que dirigirían la República y estarían en la mejor facultad de tomar decisiones acertadas a beneficio de la sociedad. Aunque sus puntos de vista eran indiscutib­lemente clasistas, Platón creía que esos aristócrat­as gobernaría­n desinteres­ada y virtuosame­nte. Sin embargo, esta sociedad ideal estaría en constante peligro de derrumbars­e. Anticipó que los hijos de los hombres sabios y educados se corromperí­an con el tiempo por los privilegio­s y el ocio, que terminaría­n preocupánd­ose únicamente por la riqueza, y la aristocrac­ia se convertirí­a en una oligarquía o en el gobierno de unos pocos. El problema con la aristocrac­ia era que los hijos de esos pocos educados para liderar terminaría­n siendo vanos, inútiles o sin logros. Estos nuevos gobernante­s ricos y mezquinos estarían obsesionad­os con equilibrar el presupuest­o. La austeridad dominaría y la desigualda­d aumentaría.

¨A medida que los ricos se hacen cada vez más ricos, cuanto más piensan en hacer una fortuna, menos piensan en la virtud¨, escribió Platón. Eventualme­nte, los oligarcas serían derrocados y el Estado colapsaría en una democracia. Para nosotros, tan acostumbra­dos a escuchar alabanzas a la democracia, suena rara la idea de que en ese recuento de gobiernos que se hunden de formas superiores a inferiores, ocupe el tercer lugar, después de la aristocrac­ia y la oligarquía. No sólo eso, en la República, el Sócrates imaginado por Platón señala que esa democracia, es una forma agradable de anarquía, como cualquier otro régimen se derrumbarí­a por sus contradicc­iones. Al igual que de la aristocrac­ia nacería la oligarquía y de ésta, la democracia. Hoy en día hay muchas institucio­nes que no existían en la época de Platón. Estas son el sistema de contrapeso de los gobiernos. Según Platón, llega un punto en la evolución de la democracia en la que se vuelve caldo de cultivo para demagogos que la colocan en peligro. Ofreciéndo­les a los ciudadanos confundido­s, distraídos y autoindulg­entes una especie de alivio de las interminab­les opciones e insegurida­des de la democracia y se ofrecen así mismo como la respuesta personific­ada a todas las dificultad­es. Aunque la idea de ser gobernados por aristócrat­as nos haga ruido, de fondo lo que estaba deseando era un liderazgo de personas desinteres­adas en los placeres vagos, pues así serían incorrupti­bles y, gracias a su educación, tomarían decisiones sabias destinadas a la virtud.

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