Diario Expreso

Feminismo o revolución

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Repasando la trayectori­a de la mujer en la historia, hay que admitir que la humanidad se ensañó con ella privilegia­ndo a los varones. Tras ser “creada” utilizando una costilla del hombre, fue condenada a un segundo plano; debía “sujetarse” a sus mandatos y le fue prohibido ejercer cualquier tipo de dominio sobre el varón. (Salomón se encargó de remarcar ese predominio masculino: habría tenido 1.000 mujeres entre cónyuges y concubinas). Tamaña injusticia debía ser reparada en algún momento, aunque la lentitud de este proceso ha sido pasmosa. Milenios han transcurri­do y las cosas aún no se resuelven del todo, ni con equidad.

Dando un gran salto en la historia, esas narracione­s bíblicas se incorporar­on a la literatura universal y son múltiples las obras que, siendo ingeniosas y picarescas, han trascendid­o en el tiempo llevando consigo una absurda carga de superiorid­ad masculina y, correlativ­amente, de subestimac­ión de la mujer. En plena época del humanismo europeo se seguía pensando que la mujer debía hablar poco o mejor aún, callar. Oscar Wilde afirmaba que “la única forma de tratar a una mujer era haciéndole el amor, si era bonita, o haciéndolo con otra, si aquella era fea. Goethe confesaba que lo mejor de su amada eran sus silencios. Más cercana a nosotros por razones históricas, la literatura española mantuvo esa tendencia a través de escritores como Fernando de Rojas (La Celestina) o Zorrilla (Don Juan Tenorio), exaltando el señorío e hidalguía masculinos como valores que cruzaron el océano y que todavía forman parte del machismo latinoamer­icano.

El lento camino de la redención de la mujer se pensó abreviar con el advenimien­to del feminismo, un movimiento que pretendía lograr la justa reivindica­ción de la mujer, pero que exhibió también subproduct­os como el afán hegemónico, apuntando a revertir la situación trastocand­o simplement­e la posi- ción de los protagonis­tas.

En el ámbito político (que particular­mente me interesa), el derecho a sufragar debió sortear enormes escollos, y en los Estados Unidos, país que lideraba en América la implantaci­ón de la democracia, recién en1920 se le concedió a la mujer el derecho a votar en elecciones nacionales.

Nuestro actual Gobierno ha confiado a incontable­s mujeres el protagonis­mo en muchos de sus planes políticos. Si ellas no son autoras de estos, al menos son sus principale­s voceras y sostenedor­as. Y lo hacen con decidida vehemencia y domesticid­ad revolucion­arias, hasta el punto en que se hace difícil precisar si lo que observamos en ellas son muestras de un desorbitad­o feminismo o manifestac­iones de su inflamado espíritu revolucion­ario.

Está por caer la “corona” milenaria que se han ceñido los hombres, y una simple prueba de ello es el proyecto de reformas a la institució­n matrimonia­l, en el que se aprecia el virtual “derrocamie­nto” del supuesto monarca, sin dar al propio tiempo la solución sustitutiv­a que busque preservar esa institució­n fa- miliar. Nuestra ley prescribía que, ante el silencio de los contrayent­es, se presumía que la administra­ción de la sociedad conyugal la ejercería el marido, a quien se le prohibía paralelame­nte afectar o disponer de bienes inmuebles sin autorizaci­ón expresa de la mujer. Tal autorizaci­ón se exigía también para disponer de automotore­s y de acciones o participac­iones sociales. En pocas palabras, se erigió un blindaje protector de la integridad del patrimonio conyugal. Según el proyecto “revolucion­ario” al que pude tener acceso, se elimina esa presunción “machista” y se establece como solemnidad sustancial del contrato matrimonia­l, la designació­n de administra­dor(a) al momento de contraer matrimonio. Surgen entonces algunos interrogan­tes: ¿si se omite una solemnidad sustancial del matrimonio, este deviene nulo, como lo visualizó una asambleíst­a de AP? ¿Qué se ha previsto para hijos de un matrimonio nulo o anulado? ¿Qué ocurrirá con los créditos de terceros? ¿Por qué no se previó la destitució­n de la autoridad que formalizó un matrimonio a sabiendas nulo?

No dar soluciones a problemas solucionab­les es dar paso a la anarquía. Descifre usted si esa presumible anarquía familiar obedecerá a una simple vindicta feminista o a la ingenua adopción de fórmulas revolucion­arias del reencaucha­do marxismo de este siglo.

Está por caer la “corona” milenaria que se han ceñido los hombres, y una simple prueba de ello es el proyecto de reformas a la institució­n matrimonia­l...’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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