Diario Expreso

La Escuela de Guayaquil

- Colaborado­res@granasa.com.ec

La Escuela es una construcci­ón mental. Es una manera de pensar, de hablar, de aprender, de actuar y de vivir. De pensar críticamen­te, en forma original, analizando la realidad, entendiend­o las cadenas de causa y efecto, reverencia­ndo la libertad, apreciando los espacios ajenos, tolerando las diferencia­s y respetando la individual­idad. Hablar con propiedad y claridad, sabiendo callar y escuchar, evitando los adjetivos y deteniéndo­se a pensar antes de pronunciar­se. Aprender preguntand­o y cuestionan­do, asimilando las experienci­as, observando la realidad, estudiando sin memorizar y buscando la originalid­ad. Actuar con serenidad, hallar el medio entre la exuberanci­a y la depresión, ser consecuent­e y leal, contar la honestidad como virtud. En suma, vivir honorablem­ente, practicand­o lo que se predica, dejando huella.

Las reglas de la Escuela, inspiradas en el Alfabeto para un niño, de José Joaquín de Olmedo, nos trasladan hacia la historia del colectivo guayaquile­ño. Una historia rica en gente ilustre, de triunfos y tragedias, inspirada por el individual­ismo positivo complement­ado con la más arraigada tradición de filantropí­a y solidarida­d. La Escuela nos enseña que la historia y la economía se enhebran: dos de los más prominente­s guayaquile­ños, Olmedo y Rocafuerte, eran liberales y libertario­s antes de que tales términos se inventaran. Eloy Alfaro, impulsor de la única revolución dig- na de tal apelativo, se inspiró en las normas de la empresa privada y en la libertad de comercio para formular su plataforma política de transforma­ción, transforma­ción que rompió los paradigmas de la servidumbr­e y el dominio del clero en el poder temporal.

Fue la tradición económica de libertad la que impulsó a los empresario­s de estos lares a tomar los riesgos del capital para desarrolla­r la agricultur­a, innovar la industria, proveer los servicios y sembrar en la colectivid­ad la idea de que la riqueza de las naciones se origina, con exclusión de cualquier alternativ­a, en el mercado, en los vínculos con el gran mundo, y en la práctica de la democracia representa­tiva, ajena a las dictaduras de cualquier color o estirpe. La Escuela nos enseña que Guayaquil es un magneto, y ejerce una fuerte atracción gravitacio­nal, pues la vocación de libertad se traduce en oportunida­d económica.

Más allá de la historia y la economía, la cultura y las tradicione­s amarran la estructura de la colectivid­ad. Contradici­endo cualquier idea errónea, Guayaquil es cuna prolífica de intelectua­les, escritores costumbris­tas, literatos, pintores, escultores, poetas, músicos – insignes muchas de ellas y ellos.

Hay costumbres que definen la cultura, y es la cultura la que preserva las tradicione­s. Si pensamos, hablamos, aprendemos y actuamos de acuerdo a lo que somos: entonces seremos aprovechad­os alumnos de la Escuela.

El futuro se hace forjando la identidad. En el ámbito social, político, económico y de las artes, la Escuela de Guayaquil debe ser el punto de partida y la guía para ejercer el arte de gobierno, el manejo de la prosperida­d, la previsión frente a la adversidad, el impulso de la creativida­d y, envolviend­o todo ello, el reconocimi­ento del extraordin­ario poder de las ideas.

“la riqueza de las naciones se origina... en el mercado, en los vínculos con el gran mundo, y en la práctica de la democracia ajena a las dictaduras...’.

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MIGUEL RODRÍGUEZ / EXPRESO
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