Guayaquil como pasión
Guayaquil más que ciudad es nuestra pasión vital. La vivimos, sentimos y asumimos más como “pasión urbana” que como espacio social cotidiano. Es nuestro cuerpo, aire, piel, sonido, lenguaje y gramática que nos enseña a ser guayacos. Es amor portuario lleno de mar, golfo, ríos, esteros y una cálida atmósfera tropicálida que nos determina y condiciona para que la hagamos, una y otra, la misma y diferente.
La ciudad-puerto, más que morada y experiencia existencial mundana, dinámica y de certeza cotidiana, es nuestra vida en la historia e historia de nuestra vida. Maestra y abecedario. Es habla y lenguaje cifrado y descifrado. Está en cada decir y hacer, así como en los ritos, mitos y relatos que creamos sobre ella y que ella nos enseña mientras la sentimos como nuestra pasión vital.
Al ser hábitat y morada nos recorre y permanece. Nos hace suyos. Nos da y le damos vida. Nos habla cuando hablamos. Baila con nosotros cuando la rumba zumba. Está en la piel, signo, sonido y latido. Es sentido de nuestros sentidos. Va y viene con nosotros. Nos habita y la ha- bitamos. Nos fusionamos con ella en las múltiples sociabilidades de mestizaje inacabado que siempre crea y recrea.
Es vocal, consonante y primera palabra del lenguaje vital de quien se atreve a sentirse y ser “guayaco”. La vida social de ella teje nuestra biografía. Nos simbiotizamos con ella. Pero a la vez nos diferencia en cada espacio de la diversidad mestiza que no se cansa de hacer y tejer como su ropaje de multicolores étnicos.
Esto ha hecho que ella sea más que espacio social y tiempo de calendarios. Es cotidianeidad social mundana. Historia existencial que la vivimos y hablamos con cuerpo y piel, mente y corazón. Desde ella nos proveemos de los sentidos y la razón de sabernos guayacos.
Se hace y percibe más desde la pasión que desde la pura razón. Por eso es mejor decir que Guayaquil es nuestra pasión y sensación, que nos hace y la hacemos mientras nos sentimos y reconocemos como guayacos portuarios. Siempre más tropicales, litoralenses, mercantiles, emprendedores y solidarios, antes que fríos centralistas andinos.
EL GAVIERO