Inseguridad hídrica del mundo árabe
En ningún lugar hay tanta escasez de agua dulce como en el mundo árabe, con la mayoría de Estados y territorios más pobres del mundo en cuanto a recursos hídricos: Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Gaza, Jordania, Kuwait, Libia, Catar y Yibuti. Esta carencia (agravada por la explosión poblacional, el agotamiento y la degradación de los ecosistemas naturales, y el descontento popular) arroja sombras sobre el futuro de estos países. Pocos parecen darse cuenta de hasta qué punto la escasez de agua contribuye a este ciclo de violencia. Un detonante clave de los levantamientos de la Primavera Árabe (el encarecimiento de los alimentos) estaba directamente relacionado con el agravamiento de la crisis hídrica de la región. El agua también es motivo de tensiones entre países y hasta puede ser usada como arma. Otra fuente de tensión es la elevadísima tasa de fertilidad regional. Según un informe de las Naciones Unidas, la disponibilidad anual media de agua en el mundo árabe podría reducirse a 460 metros cúbicos per cápita, menos de la mitad del umbral de pobreza hídrica, que es mil metros cúbicos. Por último, muchos países subsidian el uso del agua (por no hablar de la gasolina y los alimentos), en un intento de “comprar” paz social, con lo que alientan el derroche y aceleran el agotamiento de los recursos hídricos y el deterioro medioambiental. En síntesis, el mundo árabe está cada vez más atrapado en un círculo vicioso y se necesitan medidas urgentes para cortarlo: discontinuar la producción de cultivos que demandan grandes cantidades de agua. Los cereales, las oleaginosas y la carne vacuna deben importarse de países con abundancia hídrica. Reducir el uso del agua introduciendo tecnologías más avanzadas y prácticas recomendadas aplicadas en el resto del mundo, como tecnologías de destilación y de membranas para purificar el agua degradada o contaminada; la recuperación de aguas servidas; y la desalinización de aguas salobres u oceánicas. La irrigación por goteo es muy eficiente y puede mejorar la producción frutihortícola de la región, sin hacer uso excesivo de agua. Otras medidas importantes serían ampliar y fortalecer la infraestructura hídrica para hacer frente a desequilibrios estacionales en la disponibilidad de agua; mejorar la eficiencia de la distribución; y recolectar el agua de llu- via, lo que habilitaría una fuente de suministro adicional. También es crucial mejorar la gestión del agua, fijando un precio más realista, lo que crearía un incentivo para evitar el derroche y conservar los suministros. No es necesario eliminar los subsidios por completo, pero deben redirigirse a pequeños agricultores u otros trabajadores muy necesitados, y hay que rediseñarlos para que también incentiven la conservación y el uso eficiente del agua. Los países más ricos y estables como Arabia Saudita, Catar, Kuwait y los EAU están mejor posicionados para hacer frente a la creciente crisis hídrica que otros desgarrados por conflictos, como Yemen, Libia e Irak. Pero para cortar el ciclo de violencia e inseguridad, todos los países tarde o temprano tendrán que asumir la tarea de mejorar la gestión del agua y proteger los ecosistemas.
Las presiones ambientales, demográficas y económicas agravan la escasez de agua; el desempleo y la inseguridad resultantes impulsan la agitación social y política, y el extremismo...’.