Trump, el traidor
Si Donald Trump llega a ser presidente, Estados Unidos tendría un problema con varias dimensiones... y también el mundo. El primer problema sería su incomprensible vulgaridad. EE. UU. ha visto muchas cosas, pero no a un posible presidente discutir el tamaño de su pene durante un debate televisado. Otro problema sería su odio patológico hacia las mujeres. En una conversación con el arquitecto Philip Johnson en 1992, publicada en la revista New York, dijo que “hay que tratarlas como la mierda”. Problema sería también su racismo sin reparos. -según su primera esposa, mantuvo durante mucho tiempo una colección de los discursos de Hitler en su mesa de noche, y alegremente llama “haraganes” a los negros, ridiculiza a los mexicanos diciéndoles “violadores” y considera colectivamente a los musulmanes como culpables del terrorismo islámico. También merece preocupación su antisemitismo: ha comentado que prefiere que su dinero sea contado solo por “tipos bajitos que usan kipás”. O también su flagrante falta de conocimiento del mundo y de su propio país. Pocos días antes del referendo en el Reino Unido para decidir su continuidad en la Unión Europea, Trump desconocía el significado de la palabra “brexit”. Este mes demostró que no sabe cuántos artículos componen la Constitución de EE. UU. Pero lo más grave y preocupante sería que el líder de la mayor potencia del mundo se guiara, en lugar de por una visión geopolí- tica, por un catálogo de ideas simplistas que, a pesar de su promesa de “hacer que EE. UU. vuelva a ser grande”, socavaría la prosperidad y seguridad estadounidenses. Su idea inspirada en sus bancarrotas privadas, de renegociar la deuda pública estadounidense, fue idiota (el Gobierno estadounidense, emisor monopólico de la principal moneda de reserva del mundo, no tiene nada que “renegociar”). Si Trump hubiese estado en el poder cuando la propuso, las consecuencias hubieran sido devastadoras: aumento inmediato de tasas de interés, desplome del
Pero lo más grave y preocupante sería que el líder de la mayor potencia del mundo se guiara, en lugar de por una visión geopolítica, por un catálogo de ideas simplistas...’.