El agua como fuerza para la paz
El cambio de guardia en el 38.º piso del edificio de las NN. UU. en Nueva York, en el que António Guterres relevó a Ban Ki-moon como secretario general de la ONU, se produjo en un momento en que las ideas relativas a la paz y el conflicto atraviesan un cambio sutil. La importancia de los recursos (y especialmente el agua) ha comenzado a tener el reconocimiento que merece. Esto no se dio de un día para el otro. Hace unos veinte años que Ban y su predecesor, Kofi Annan, sostienen que proteger y compartir los recursos naturales, sobre todo el agua, es crucial para la paz y la seguridad. Pero el pleno reconocimiento de la cuestión solo llegó en noviembre pasado, cuando Senegal (presidente del Consejo de Seguridad de la ONU ese mes) celebró el primer debate oficial sobre agua, paz y seguridad, abierto a todos los Estados miembros de la ONU. Reunió a representantes de 69 gobiernos, que hicieron un llamado conjunto a convertir el agua de causa potencial de crisis a instrumento de paz y cooperación. Pocas semanas después, Guterres designó a Amina Mohammed, exministra de medioambiente de Nigeria, vicesecretaria general. El creciente reconocimiento de la importancia estratégica del agua es reflejo de lo que sucede en el mundo. En los últimos tres años, Estado Islámico (ISIS) capturó las represas de Tabqa, Tishrin, Mosul y Fallujah sobre los ríos Tigris y Éufrates. Más tarde perdió el control de todas, pero no sin antes usarlas para inundar o dejar sin agua a poblaciones situadas corriente abajo, co- mo forma de presionarlas para que se le rindieran. Grupos extremistas en el sur de Asia también amenazaron con atacar infraestructuras hídricas. Y por supuesto, los actores estatales también pueden usar los recursos hídricos para obtener ventajas estratégicas. Nunca se resaltará lo suficiente la importancia del agua en el siglo XXI, comparable a la del petróleo en el siglo XX. La única alternativa al agua es el agua, por eso l consenso sobre la necesidad de proteger los recursos e instalaciones hídricos en zonas de conflicto es claro. ¿Cómo hacerlo? Las grandes po- tencias pueden usar su considerable influencia para negociar armisticios temporales en áreas de conflicto prolongado, destinados específicamente a la reparación y restauración de sistemas hídricos. Pero para hacerlo posible, antes es necesario que el Consejo de Seguridad de la ONU declare al agua “recurso estratégico de la humanidad” y apruebe una resolución que proteja los recursos e instalaciones hídricos. A más largo plazo, los países que comparten sistemas fluviales deben instituir acuerdos de seguridad regionales para su preservación y protección. La gestión conjunta como base de la protección colectiva puede convertir el agua (que suele ser motivo de competencia y conflicto) en instrumento de paz y cooperación. A la vanguardia de este movimiento está Denis Sassou-Nguesso, presidente de República del Congo, quien lidera un grupo de ocho gobiernos que buscan instituir un Fondo Azul para la Cuenca del Congo. Si lo logran, el fondo ayudará a mitigar el cambio climático, crear nuevos instrumentos de empleo basados en el río y promover la seguridad colectiva en una región inestable. El Día Mundial del Agua 2016, el príncipe Hassan bin Talal de Jordania y yo llamamos a que se instituya un Plan Marshall para cuencas fluviales compartidas de todo el mundo. El Fondo Azul para la Cuenca del Congo es un paso en esa dirección. Ahora es necesario que se creen fondos similares para la protección de los 263 lagos y cuencas fluviales compartidos del mundo.
A más largo plazo, los países que comparten sistemas fluviales deben instituir acuerdos de seguridad regionales para su preservación y protección’.