¡Segunda vuelta!
Escribí este título entre signos de exclamación, probablemente por la ansiedad contenida del domingo al miércoles, hasta que Pozo dijo las palabras mágicas. ¡Cuánto lo esperamos! Al menos más del 60 % de la población. ¡Cuánto la luchamos! No me cabe duda que los resultados serían muy diferentes si no hubiéramos realizado tres días de vigilia permanente. Guayaquileños, hoy hacemos honor a nuestro nombre: Madera de guerrero. Quito, Luz de América. La primera comparación que viene a nuestra mente es con Venezuela, ¿cuál fue la diferencia central? El candidato. La noche clave, Henrique Capriles, inexplicablemente, desapareció. Guillermo Lasso por el contrario, dio sus declaraciones a las 17:01 y luego empezó su gira en los medios de comunicación. Su mensaje era claro: hay segunda vuelta. ¿Cómo no defenderla? Con los votos divididos por la oposición, contra el aparato gubernamental, tenemos segunda vuelta. Dejo de lado la analista: tenemos segunda vuelta, tenemos esperanza. Después de más de diez años de un modelo que muchos hemos considerado restrictivo, divisorio, corrupto y encaminador de la crisis, por fin tenemos cerca la oportunidad de un cambio. Para quienes se consideran oposición hay una primera batalla que celebrar, pero aún no la guerra. De hecho estamos ante un panorama electoral complicado. ¿Son los votos endosables? ¿Tiene Guillermo Lasso el resto de los votos opositores? De Cynthia, hay un porcentaje fuerte que optará por el cambio, las zonas marginales de Guayaquil que votan por “el alcalde” probablemente sean de Lenín. A pesar del rechazo de Dalo por el régimen, habrá un porcentaje considerable que aún apueste por el modelo del líder carismático populista. A quienes apoyaron a Paco Moncayo les costará darle su voto a la derecha. Por lo que hoy, más que nunca, es necesario que cada actor político entienda su responsabilidad. Si se consideran verdadera oposición, reconocerán el deber que tienen ahora con el país y su oportunidad de hacer historia. Si algo hemos demostrado en estos días es que la unión hace la fuerza. Ojalá nuestros políticos lo hayan aprendido