El fantasma del populismo
En febrero, concretamente el 21, debió conmemorarse un nuevo aniversario del manifiesto comunista publicado en Londres en 1848. Sus palabras iniciales, y las de Cervantes en su Don Quijote de la Mancha, están en la memoria de muchos. Así, aquello de: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”, o lo de “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, que preside el pronunciamiento de Marx y Engels, se citaban a menudo.
Ahora, después de lo que ocurrió en la antigua Unión Soviética y otros países que se definieron como comunistas, vistos los resultados, el manifiesto se cita menos. A don Quijote, en cambio, no se lo olvida pero, su nombre, que simbolizaba al idealismo romántico, es también utilizado como sinónimo de pendejismo por parte de los pragmáticos arrogantes. Ellos están lejos de aceptar el planteamiento de nuestro Juan Montalvo cuando expresó: “Aquel que no tiene algo de Quijote, no merece el aprecio de sus semejantes”. Bien harían en leer al Cosmopolita en estas vacaciones carnavaleras. Claro que podrían contraer un gran chuchaqui pero, ello siempre sería tolerable en relación a lo que le puede ocurrir a la República si no la rescatamos del populismo que hoy la rige.
Al respecto el presente cañonazo le presta el título al tema central del primer número del presente año de la revista Nueva Sociedad, que acabo de recibir y que agradezco.
En efecto, y hasta que lo lea, parafraseando al manifiesto, es posible exclamar “Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del populismo”. Y lo hace desde el norte de América hasta el sur, manifestado en diversas formas de corrupción.
La plaga política de nuestro tiempo, el populismo, es el fruto de la demagogia preñada por el desencanto. Hay que volver a ilusionar con la democracia real’.