El insólito mundo en que vivimos
Es increíble que la presencia de Trump en la Presidencia de los Estados Unidos esté convulsionando tanto la política internacional. Se temió mucho que las ideas expuestas en su campaña electoral se vayan a cumplir. Poco a poco, y a medias, empiezan a ser realidad.
Comencemos con Japón. Trump ha establecido una relación cercana con el primer ministro japonés, Shinzo Abe; en parte, producto del anuncio de Corea del Norte del lanzamiento de un nuevo misil. El disparo fue el primero desde que Trump resultó elegido y pone a prueba su promesa de tomar una actitud más dura con el régimen de Corea del Norte por su abierta violación de las resoluciones de la ONU. “Solo quiero que todo el mundo entienda y sepa que Estados Unidos respalda a Japón, nuestro gran aliado, ciento por ciento”, dijo Trump durante una declaración junto a Abe.
Una semana después, Trump habló con el presidente chino, Xi Jinping. China es el principal aliado de Corea del Norte, pero se ha frustrado con las reiteradas provocaciones de Pyongyang, aunque no acepta la presión de Washington y Seúl para que mantenga a raya a Corea del Norte y a su líder, Kim Jong-un.
Trump y sus asesores preparan nuevas sanciones para endurecer los controles financieros, un aumento de los activos navales y aéreos alrededor de la península coreana y la instalación de un sistema de defensa antimisiles. A ello debe agregarse que en los próximos meses se realizarán ejercicios militares entre Seúl y Washington, a gran escala, como forma de disuasión hacia el régimen comunista.
En este insólito mundo, nos damos un salto a las 20 ciudades de México donde se hicieron marchas simultáneas contra el discurso antimexicano de Trump, que incluye la promesa de levantar un muro en la frontera y hacérselo pagar a México. Hasta ahora en algo se ha realizado la expulsión de los ilegales siguiendo el mismo sistema que ya usó Obama. Seamos francos, gran parte de los ilegales mexicanos son los que manejan la delincuencia y la droga en ciertos estados fronterizos y, sobre todo, en California. Pero el tema más importante, por lo pronto, son las relaciones entre las dos superpotencias militares y económicas. Una de ellas es partidaria del libre comercio; la otra sostiene que el comercio internacional es nocivo para su país y ha anunciado que va a imponer impuestos a las importaciones. El primero, el defensor de la globalización y del comercio es el secretario general del Partido Comunista más grande de la historia (80 millones de miembros). También es el presidente de China, la segunda potencia económica del planeta. El otro, el proteccionista Donald Trump, es quien lidera la mayor economía capitalista. Recordemos que en diciembre, cuando el magnate recibió la llamada del líder de Taiwán y le dijo que Estados Unidos tal vez dejaría de sujetarse a la política de “una sola China” -según la cual solo hay una nación-estado llamada China y, en consecuencia Hong-Kong, Macao, Taiwán y la China continental son todos parte de esa única entidad nacional, los partidarios del republicano celebraron como una muestra de fortaleza esta decisión.
Con Israel, Trump también viró hacia el centro. Tras presentarse como un férreo defensor del primer ministro, Benjamin Netanyahu, y rechazar la campaña de presión contra los asentamientos israelíes en Cisjordania, el presidente norteamericano les advirtió a los israelíes que, a su entender, “avanzar con esos asentamientos no es bueno para la paz”.
También hubo cambios en cuanto a Irán. Trump candidato amenazó con romper en pedazos el tratado nuclear alcanzado por Obama. Hasta ahora, ya como presidente, no ha hecho ningún pronunciamiento sobre este asunto tan delicado.
A medida que Trump va delineando su política exterior, demuestra ser menos radical de lo que sugerían tanto sus afirmaciones de campaña como sus intempestivas primeras llamadas con líderes extranjeros. Parece que la experiencia señala que todo presidente descubre que las cosas se ven distintas desde el Salón Oval que desde el atril de campaña.
Ahora, Europa espera su turno y lo que más le preocupa es el criterio que Trump tiene sobre la OTAN.