El precio del imperio
Los indios no suelen obsesionarse con el pasado colonial de su país. Sea por fortaleza nacional o por debilidad civilizacional, India siempre se negó a guardar rencor a Gran Bretaña por los 200 años de servidumbre imperial, saqueo y explotación. Pero esta ecuanimidad no anula lo que pasó. La caótica retirada británica en 1947 tras dos siglos de dominio imperial fue seguida de una feroz separación de la que nació Pakistán. Pero curiosamente, todo ocurrió sin animosidad a Gran Bretaña. India eligió convertirse en república y quedarse en la Commonwealth, y su relación con sus antiguos señores ha sido cordial. Años después, Winston Churchill interrogó al primer ministro Jawaharlal Nehru, que pasó casi una década de su vida en cárceles británicas, sobre su aparente falta de resentimiento. Nehru replicó que “un gran hombre” (Mahatma Gandhi) había enseñado a los indios a “nunca temer y nunca odiar”. Pero pese a las apariencias, las heridas del colonialismo no han terminado de curarse. Tuve experiencia directa de ello en 2015, con un discurso que pronuncié en la sociedad de debate Oxford Union, en el que denuncié las iniquidades del colonialismo británico, y que para mi sorpresa, generó una fuerte reacción en toda India. El discurso no tardó en viralizarse en redes sociales; una publicación acumuló más de tres millones de visitas en apenas 48 horas y fue republicada en sitios web de todo el planeta. Han pasado dos años y todavía se me acercan desconocidos en la calle para elogiarme por el “discurso de Oxford”. El historiador estadounidense Will Durant calificó el dominio colonial británico sobre la India como “el mayor crimen de toda la historia”. Se podrá estar de acuerdo o no, pero está claro que el imperialismo no fue una empresa altruista. Gran Bretaña sufre una especie de amnesia histórica en relación con el colonialismo. Como señaló hace poco la escritora paquistaní Moni Mohsin, el colonialismo británico brilla por su ausencia en los programas de estudio de las escuelas del Reino Unido. Aunque sus dos hijos van a las mejores escuelas de Londres, no se les dio ni una clase sobre la historia colonial. Los londinenses celebran el esplendor de su ciudad, pero ignoran que se compró con codicia y saqueo. Esto deja vía libre a la manipulación de los relatos históricos. Sobre todo en los últimos diez o veinte años, han aparecido textos de divulgación histórica de autores como Niall Ferguson y Lawrence James con una visión muy halagüeña del Imperio Británico. Pero estas descripciones pasan por alto las atrocidades, la explotación, el saqueo y el racismo en que se basó la empresa imperial. Todo esto explica (pero no disculpa) la ignorancia de los británicos. El presente no puede entenderse con analogías históricas simples, pero tampoco se pueden ignorar las enseñanzas de la historia. Si uno no sabe de dónde viene, ¿cómo podrá entender hacia dónde va? Esto vale también para mis connacionales indios. La relación moderna entre Gran Bretaña e India es muy diferente de la relación colonial del pasado. Mi último libro llegó a las librerías de Nueva Delhi casi en simultáneo con una visita de la primera ministra británica a la India en busca de inversores. Como he dicho muchas veces, no hace falta vengar la historia: la historia se venga sola.
El historiador estadounidense Will Durant calificó el dominio colonial británico sobre la India como el “mayor crimen de toda la historia”. Se podrá estar de acuerdo o no, pero... no fue una empresa altruista’.