La hora de los líderes
En la España posfranquista, después de la crisis petrolera de 1973, afectada por desempleo e inflación, restringidas las libertades y derechos fundamentales, con inseguridad jurídica, desinversión, fuga de capitales, desinstitucionalizada y con fuerte intervencionismo estatal, los principales actores sociales, comunistas, capitalistas, empresarios, sindicalistas y partidos políticos de todas las ideologías, reunidos en el Palacio de Gobierno de La Moncloa, lograron acuerdos en materia económica, social, política y jurídica, conocidos como “los Pactos de la Moncloa” (1977), para garantizar la gobernabilidad, salvar la democracia y acoplarse a los ritmos de la integración mundial.
La historia es maestra compleja de la cual debemos aprender. Acoge dentro de sus páginas las lecciones vivenciales de la humanidad, como los Pactos de la Moncloa, los acuerdos de Chile para impulsar la estrategia del “NO” contra la dictadura, la reunificación de Alemania, o los procesos de reconciliación en Sudáfrica, etc. Estos acuerdos políticos requieren de líderes que con valentía y fron- talidad asumen la tarea de guiar a un pueblo para contrarrestar un Estado de propaganda demagógica y clientelar, de gobiernos que con los recursos estatales participan como actores en procesos electorales. Con escenarios parecidos y ante el riesgo de un continuismo para perennizar el totalitarismo de quienes siguen el libreto ideológico del Foro de Sao Paulo (1990), en Ecuador se hace imprescindible que los máximos líderes políticos depongan actitudes, por muy justas que puedan ser, y establezcan diálogos directos, tendientes a encontrar consensos para recuperar la democracia, las libertades, el derecho y la familia. Es momento de aprender de los Pactos de la Moncloa.
Y sin ser regionalista, pero ante la coincidencia de que los líderes políticos de mayor votación en oposición al continuismo son guayaquileños, es justamente la hora de los líderes, para lo cual se requiere un “Pacto por Ecuador” que haga realidad la frase atribuida a Olmedo que dice “Guayaquil por la patria”. El tiempo juzgará los hechos históricos.