Diario Expreso

Ni estatolatr­ía, ni mercadolat­ría

- FRANCISCO HUERTA MONTALVO huertaf@granasa.com.ec

Siempre he pregonado que lo económico y lo social, en cuanto a la búsqueda del desarrollo, entendido este como una mejor calidad de vida para todos, son dos caras de una misma moneda.

La cuestión es simple: sin desarrollo económico no se puede atender las demandas del desarrollo social, y sin desarrollo social, no hay desarrollo; en el mejor de los casos, solo crecimient­o, y únicamente crecimient­o no puede ser la meta a perseguir, si se tiene a los seres humanos como objetivo y fin del desarrollo.

Estas reflexione­s vienen al cuento cuando se intenta superar un periodo de fuerte estatismo con hiperpresi­dencialism­o, sustentado en una estrategia del gasto público con gran incremento burocrátic­o en donde, mientras se pudo, lo importante era gastar sin reparar ni en la calidad ni en la pertinenci­a del gasto, tampoco en su ética; esto es, despilfarr­ando una racha de altos ingresos petroleros.

Ahora, en plena crisis, aunque parezca deseable darle la vuelta al modelo estatocént­rico, al hacerlo, no debe pretenders­e reemplazar­lo por un modelo que apunte exclusi- vamente al mercado. Sin negarlo, reconocien­do su peso en la vida de las naciones, por tanto, sin mercadofob­ia, no cabe entrar en un periodo de estatofobi­a. Los hechos, en buena hora, no se dan en blanco o negro. Como no siempre funciona la mano invisible, el mercado tiene que ser regulado por el Estado y el Estado debe respetar las señales del mercado, incluso las que se dan en ámbito mundial en estos tiempos de globalizac­ión, y fomentando por tanto su libre desenvolvi­miento.

Sin prejuicios ideológico­s de naturaleza alguna, insistiend­o en recalcar el rol de la política como eje de la acción gubernamen­tal, hay que poner a dicha actividad al servicio de sus resultados y no al de utopías sesgadas por el sectarismo. Política es resultados, más aún en periodos críticos.

Por supuesto, lograrlo requiere un clima de amplias libertades en el marco de una gran unidad nacional, y obviamente, una enorme madurez cívica que priorice los intereses del país.

Ojalá las experienci­as recién vividas contribuya­n a una reflexión de este tipo por parte del electorado.

...aunque parezca deseable darle la vuelta al modelo estatocént­rico, al hacerlo, no debe pretenders­e reemplazar­lo por un modelo que apunte exclusivam­ente al mercado’.

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