Diario Expreso

Otro extraño desastre francés

- Project Syndicate

El aspecto de “Juegos del hambre” de este ciclo electoral francés comenzó en la izquierda. El presidente François Hollande fue aniquilado por su propio Partido Socialista. El primer ministro de Hollande, Manuel Valls, se convirtió en el segundo plato en el banquete de los caníbales. Para entonces, el cadáver de uno de los dos principale­s partidos de Francia había alcanzado un estado avanzado de descomposi­ción. Ahora, cuando uno podría esperar que un candidato presidenci­al le dijera al país qué piensa de Donald Trump, Vladimir Putin y los radicales islámicos, el candidato socialista, el lánguido Benoît Hamon, no encuentra nada mejor de qué hablar que de la marihuana legal, el lodo rojo y los disruptore­s endócrinos. En la derecha el desastre está llegando ahora a su punto más álgido. El expresiden­te Sarkozy fue eliminado en etapas tempranas y el ex primer ministro Alain Juppé fue derrocado por aquellos que lo habían adulado. Tras el escándalo en torno a François Fillon, el candidato republican­o que lo derrotó, Juppé perdió los estribos y abandonó la carrera. A Fillon, que fue el claro favorito, la opción de cuatro millones de votantes en las elecciones primarias, ahora un partido de amotinados intenta sacarlo de la carrera a los codazos. Las intrigas, evasiones, cálculos y pactos se multiplica­n, todos basados en encuestas interpreta­das por los equivalent­es modernos de los arúspices romanos. Otro cadáver. Entonces entran a tallar los magistrado­s investigad­ores, que desempeñan su legítimo papel cuando escuchan evidencia sobre un escándalo de falsos empleos que involucra a la mujer y a los hijos de Fillon. Pero nosotros, los ciudadanos y los votantes -todos y cada uno de nosotros- constituim­os la peor parte de toda esta escena. Nuestra nueva y extraña relación con la política se puede resumir en tres términos: 1.- Cancán. O “can’tcan’t” (no se puede, no se puede). Con deleite avaro devoramos nuestra dosis semanal de corrupción, podredumbr­e y escándalo! Y qué desilusión, qué repentina falta de interés en la vida, sentimos cuando, por casualidad, no hay nada nuevo que informar. ¿No deberíamos tener en mente, con el poeta Stéphane Mallarmé, que cuando nos divertimos de esa manera y nos embriagamo­s tanto con el escándalo, “bostezamos tristement­e hacia un oscuro final”? 2.- Espectácul­o. En lugar de un juicio, recibimos un comentario incesante y frívolo sobre los mil y un giros de la contienda electoral. En otra época, los medios periodísti­cos cubrían los deportes como si se tratara de política. Ahora el comentario político se asemeja a una cobertura deportiva. 3.- Igualdad. La ansiedad de igualdad era, en algún momento, la más noble de las pasiones; existía, en esa pasión, el sueño de cultivar el cuerpo político y, al hacerlo, dignificar a la política. La igualdad ya no es una tarea sino una mancha, una mortaja oscura, un halo de resentimie­nto y odio al que nuestra lengua común está atada como a una boya en una marea. Francia no se encuentra en una simple crisis, sino en las últimas etapas de lo que el gran historiado­r antinazi Marc Bloch llamó, en 1940, la “extraña derrota” de su país. Y, mientras yacemos a la espera, guiados por las Euménides (las deidades griegas de venganza), una figura va cobrando forma como si estuviera, en términos clásicos, consumando un destino infame: Marine Le Pen.

Francia no se encuentra en una simple crisis, sino en las últimas etapas de lo que el gran historiado­r antinazi Marc Bloch llamó, en 1940, la “extraña derrota” de su país’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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