Le sobran razones para estar feliz
Contagia su alegría y sencillez. En las entrañas del Malmö Idrottsplats, el modesto estadio con capacidad para 6.000 aficionados donde habitualmente juega el Rosengard, la risa contagiosa de la brasileña Marta Vieira da Silva, elegida en cinco ocasiones la mejor jugadora del mundo, quiebra la rigidez sueca.
A ella, asegura, le sobran motivos para sonreír. Y es que apenas un rayo de sol le basta para empezar a moverse al son de los ritmos brasileños que a menudo brotan de sus palmas, de sus labios o de su guitarra. “Aquí soy muy feliz”, confiesa en una entrevista a EFE.
Marta Vieira insiste, bajo las gradas de hormigón y de madera del recinto, en que es “tremendamente feliz” en el país que la acogió con 17 años.
“Yo vine en 2004 (cuando fichó por el Umea). Cumplí 18 a las dos semanas de llegar aquí. El motivo principal por el que vine fueron las dificultades que tenía en Brasil. Allí no podía entrenar todos los días, solo tenía tres entrenamientos por semana. Y recibía una ayuda escasa, que apenas me llegaba para sobrevivir”, recuerda en una distendida conversación en portugués.
“Entonces me llegó la oportunidad de crecer como deportista en un país más organizado. Venir a Suecia me permitió mostrar mi nivel al mundo. Realmente tomé esa decisión pensando en el futuro que no tendría en Brasil”, apostilla.
Doce años después de su desembarco en el país nórdico, Marta sostiene que esa elección “fue muy acertada”. “La más acertada de todas las que he tomado hasta el día de hoy”, puntualiza.
“Además, puedo decir que me siento sueca a pesar de no tener el pelo rubio, no ser blanquita y no tener los ojos claros”, continúa. “Me siento sueca por el hecho de vivir aquí desde hace tantos años (con tres cortas estancias en los Estados Unidos) y por todo lo que he aprendido de la gente de este país. Siento que he evolucionado mucho, como deportista y como persona”.
Su semblante muda y su voz se entrecorta, sin embargo, cuando viaja al pasado para reencontrarse con la Marta niña y adolescente. “Mis comienzos fueron muy difíciles. Yo percibía que jugaba mejor que los niños y eso, en cierta manera, generaba odio, una discordia. Los niños no lo aceptaban, me vejaban, me decían que tenía que dejar de jugar”, relata.
Con mucho esfuerzo ella salió adelante y se convirtió en la mejor futbolista del mundo. Además, ganó numerosos títulos en Brasil, Estados Unidos y Suecia. Logró platas olímpicas en Atenas 2004 y Pekín 2008, y otra mundialista en 2007 con la selección de su país.
Ahora Marta Vieira da Silva, de 31 años, es el modelo a seguir por miles de niñas en Brasil, Suecia, Azerbaiyán o España, país que visitará la próxima semana para enfrentarse al Barcelona en la vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones femenina.
La brasileña Marta Vieira da Silva, cinco veces la mejor jugadora del mundo, disfruta del fútbol, desde hace 17 años, en Suecia