La escuela de la esperanza
La Fundación Niños con Futuro solventa un plantel desde hace 20 años En él se han graduado 110 jóvenes y se educan 430 Hoy realiza una cena benéfica
Hablan con seguridad. Recorren los pasillos que por años las acogieron. Abrazan a los docentes, dialogan con los niños y se sientan en las que dicen fueron sus bancas.
Janny Rodríguez y Nataly Cusme, dos jovencitas guayaquileñas de 18 y 20 años, visitaron ayer la institución en la que se formaron. Se trata de la Unidad Educativa Felipe Costa von Buchwald, que ofrece educación gratuita -además de valores, determinación y esperanza- a niños de escasos recursos o víctimas del maltrato.
“Aquí, precisamente en esta escuela, aprendí a luchar por lo que quiero. Aprendí a quererme, a hacer realidad mis sueños, a tener metas, superar trabas...”. Janny, quien cursa el segundo semestre de Comercio Exterior en el Instituto Tecnológico Vicente Rocafuerte, integra la lista de los 110 bachilleres incorporados hasta el momento en la institución.
“Son cuatro las promociones que hemos graduado desde el 2012 que contamos con el servicio de bachillerato. Y estamos contentos, puesto que el 60 % de ellos está ya en la universidad y otro 22 % está próximo a ingresar”, precisa Gina Medina, psicóloga del plantel y voluntaria de la Fundación Niños con Futuro, que mantiene al centro educativo hace dos décadas.
Desde 1997, jóvenes como Janny y Nataly, o chicos como Elías Falcones e Ivonne García, que cursan el tercero de bachillerato (y son parte de los 430 alumnos de 5 a 18 años que allí se educan), se han beneficiado de los servicios que ofrece la organización.
Ellos reciben alimentación y atención médica gratuita, y pagan un promedio de $ 11 mensuales por la pensión.
“Niños con Futuro cubre el valor de sus estudios en un 90 % y a diario los alimenta. Hay más de cien alumnos que no llevan lunch porque sus padres no tienen dinero, incluso, para darles el desayuno”. Esta, por lo tanto, es la única comida que suele in- gresar a su boca, dice la especialista. Los casos son tristes, bastante desoladores.
Sin embargo, la unidad educativa intenta por varios medios ayudarlos. “No queremos que ante la realidad de sus padres, ellos se vean obligados a salir a trabajar”, dice Medina. Por ello les enseñan oficios, una gama de talleres que les permite generar sus propios ingresos, sin salir de casa.
Elías, que vive en Durán y sale de su casa a las 6:00 para llegar a la escuela, ubicada en la cooperativa de Vivienda Guayaquil, en la ciudadela Kennedy, por ejemplo está aprendiendo ebanistería. Ivonne, belleza y arte.
“Tenía la opción de escoger ingeniería, electricidad, mecánica… Pero me incliné por arte, no porque las otras sean carreras de chicos, sino porque me encanta pintar y utilizar mis manos para crear. Tengo ya uno que otro adorno hecho en casa. Quiero perfeccionar mi estilo para luego ponerlos a la venta”, dijo la pequeña, una de las mejores estudiantes del plantel.
Pero mantener esta obra es bastante complejo. Por ello anualmente realizan una diversidad de actividades, que van desde la Cena de Vida (ver nota adjunta), su actividad más importante; bingos solidarios, pulgueros, torneos deportivos, colectas.
“Cuando me convierta en ingeniera ampararé a un par de infantes o trabajaré dentro de esta institución que tanto me dio. La vida fue buena conmigo, no me hizo sentir la realidad de las carencias. Este es un tema pendiente que debo cumplir”, detalló -sonriendo- Janny.