Jugamos en tierra, pero viajamos por mar
La difícil situación económica de Barcelona en la temporada de 1959, obligó al presidente Eduardo Servigón a pactar un partido de fútbol en Esmeraldas.
El invierno había dañado la carretera, que de por sí ya era muy difícil de transitar. Los pasajes en avión eran sumamente costosos, así que escogimos el viaje por mar.
En la motonave “Don Pepe” viajamos de Guayaquil a Esmeraldas, saliendo del muelle 7 de nuestra ciudad, un miércoles ya entrada la noche. En el equipo estaban como DT Eduardo Spandre; arqueros Ansaldo y Moncayo; defensas y medio campo, Macías, Lecaro, Jurado, Estévez, Zambrano, Aguirre, Salcedo, Patterson y Jaime Servigón Jr. Yo participaba como preparador físico.
A la medianoche de ese día, al pasar frente a la punta de Santa Elena, una terrible tempestad con rayos, truenos y lluvia hizo que la motonave se convirtiera en una “cáscara de nuez”. Lo más grave vino cuando, donde estaban las hamacas colgadas, se derrumbó y todos fuimos al piso. Abrazados a los chalecos salvavidas, esperábamos lo peor. Felizmente todo se calmó y los demás días pudimos disfrutar de buen clima y de almuerzos y cenas en la cubierta del pequeño barco.
Llegamos a nuestro destino el viernes en la tarde. En varias canoas pasamos a tierra firme. Nos alojamos en un hotel que bien podríamos llamar “La mansión de Drácula”. Jugamos el domingo al mediodía contra un equipo “de la casa” en el estadio ‘Folke Anderson’, de tierra muy arenosa. Hubo que improvisar. El mareo hacía estragos. Spandre jugó de defensa, Ansaldo de delantero, y perdimos 2-1. El público de Esmeraldas nos trató muy bien, con mucho afecto, y mostrando que ya en esa provincia había el deseo de ser hincha del Barcelona.
Retornamos a Guayaquil, pero solamente en barco hasta Manta. Un bus fletado nos trajo por tierra, ya sin necesidad de estar abrazados a los chalecos salvavidas.