No asegurar el desastre climático
El mes pasado el Reino Unido disfrutó por primera vez después del inicio de la Revolución Industrial de un día completo sin necesidad de usar energía de carbón. Esa es una noticia notable y una señal del porvenir: el carbón está cediendo el paso a formas más limpias de energía. Y esa sustitución ocurrirá más rápido siempre y cuando la enorme y poderosa industria de los seguros ponga de su parte los esfuerzos necesarios. Henry Ford, mirando el horizonte de la ciudad de Nueva York, dijo: “Sin seguros, no habría rascacielos. Ningún inversionista financiaría edificios que a causa de una colilla de cigarrillo podrían quemarse hasta quedar reducidos a solo cenizas en el suelo”. A través de su capacidad para minimizar el riesgo extendiéndolo a lo largo de amplias carteras, las empresas aseguradoras han permitido que se lleven a cabo actividades de alto riesgo durante siglos. Y eso también es cierto con respecto a las actividades que contribuyen al mayor riesgo que existe en toda la historia de la humanidad: el calentamiento global. Si bien los representantes de la industria de los seguros declaran su intención y pasión por controlar el cambio climático y por garantizar que este sea un planeta habitable, en las habitaciones traseras de sus oficinas sus agentes aún están muy ocupados trabajando para hacer funcionar su magia financiera con el objetivo de prestar servicios de suscripción para nuevos proyectos, como centrales eléctricas de carbón, plataformas petrolíferas, proyectos de arenas de alquitrán, tuberías para gas y otros proyectos contaminantes. Las compañías aseguradoras han creado y mantenido un vínculo en la forma de un círculo vicioso, mediante el cual facilitan proyectos que causan el calentamiento global mientras que simultáneamente proporcionan seguros contra el impacto adverso que tienen estos proyectos en el clima. Gracias, en gran parte, a que de manera temprana tomaron conciencia de la necesidad de abordar el cambio climático, el pacto faustiano de la industria aseguradora ha evitado hasta ahora el escrutinio de los grupos de presión. Sin embargo, esto está a punto de cambiar. A fines del mes pasado, la gigante aseguradora francesa AXA anunció que dejará de prestar servicios de suscripción a las empresas que generen más del 50 % de su facturación a partir de actividades relacionadas con el carbón. Ese cambio se basa en la decisión anterior de AXA de retirar sus inversiones de tales empresas. Este es un paso clave para que el carbón sea un elemento no asegurable. El seguro, al fin y al cabo, se basa en la idea de que el futuro se asemeje en algo al pasado, haciendo que dicho futuro sea predecible. Pero si seguimos calentando el planeta, esa suposición desaparece. Ya las compañías aseguradoras de propiedades inmobiliarias en las costas están levantando las manos ante la dificultad de averiguar a qué altura se elevará el mar y cuán fuerte soplarán las futuras tormentas. Por razones morales y económicas, ha llegado el momento de que otros sigan el ejemplo de AXA y reconozcan que los combustibles fósiles no son asegurables. Para estas compañías -y para el resto de nosotros- el mejor seguro es mantener los combustibles fósiles en el lugar donde naturalmente están: dentro de la tierra.
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