La herencia
En la otra cara de la moneda, luego de reconocidos aciertos, también tenemos que dejar clara la triste herencia que queda en los colegios públicos después de esta década. Alguna vez dijimos que mientras se focalizaban en temas urgentes, se descascaraban los planteles disciplinaria, moral y éticamente; lamentablemente, eso también queda.
El pandillerismo, esa presencia brutal y subyugante se ha tomado al colegio fiscal, generando al interior gravísimos problemas de disciplina, control y autoridad. La droga y el microtráfico que se desbordan e inundan los quehaceres de los jóvenes estudiantes, los seducen, llevándolos al acoso, al robo o la prostitución, con tal de alcanzar los centavos nece- sarios para satisfacer su consumo. Este es otro problema que queda como herencia.
El embarazo temprano y no deseado es otra de las lacras que enrostran la educación pública; acaso faltó sin duda fortalecer la moral y el mundo espiritual de los jóvenes para que puedan sólidos enfrentar los nuevos tiempos. Y finalmente, la violencia que confronta a unos alumnos con otros, a estudiantes de un plantel con los de otro, marcan los tiempos y se convierten en legado a corregir en cuanto corresponde al quehacer de los alumnos.
Maestros agobiados por exagerados trabajos burocráticos que los arrancan del tiempo áulico y los convierten en secretarios notariales de acontecimientos y rutinas, o lo que es más triste, en mentirosos o fal-
La herencia es penosa y obliga ciertamente a repensar y reflexionar sobre mejores quehaceres...’.