La tarea del mandante L
os ecuatorianos buscamos responsables cuando los resultados son adversos. No asumir la responsabilidad es parte del problema y la causa de que vivamos descontentos con los gobernantes de turno. Tales circunstancias deben ser consideradas por aquellos que se expresaron por el cambio, debiendo asumir parte de la responsabilidad en que dicho cambio no se haya dado.
Es que el cambio no se logra el día de las elecciones marcando una papeleta. Ese debería ser el corolario de un proceso que va desde tender puentes, hasta dialogar con ánimo de hacer conciencia de las consecuencias de las acciones tomadas -o por tomar- de quienes gobiernan y de la inacción popular, vacunando así al tejido social contra el odio entre clases.
Es imprescindible que la clase empleadora, al igual que la trabajadora, asuman su rol de complementariedad, generando la confianza requerida para que la realidad institucional, así como la nacional, puedan ser analizadas, identificando bajo qué circunstancias de la economía se podría desaparecer y bajo cuáles se podría crecer, teniendo como premisa la proporcionalidad del beneficio, fundamentado en el trabajo productivo. Evidenciar y concienciar que el sistema paternalista impulsado por el socialismo populista es la causa principal de la miseria y retraso de los pueblos, el cual ha convertido a los pobres en miserables y a los ricos en pobres, a la inversa de lo que ocurre con los ostentadores del poder, que pasaron, de una economía modesta a la riqueza espontánea, gracias a la exacerbación de odios, y de un mal entendido nacionalismo, que aísla a las naciones del resto del mundo.
Ante la impunidad y la falta de fiscalización evidente, gracias a un modelo concentrador de poderes, verdugo de la institucionalidad y de la independencia de los organismos de control, corresponde al mandante asumir el rol de fiscalizador de las acciones del nuevo gobernante y su gabinete, y exigir transparencia, unidad, libertad y desarrollo, sin olvidarse de fiscalizar al gobernante saliente. Esa debe ser, en las actuales condiciones, la tarea fundamental del mandante.
FICCIONES DE LA DEMOCRACIA