Diario Expreso

Juego de tronos en Arabia Saudita

- Project Syndicate

El rey Salmán de Arabia Saudita acaba de designar a su hijo Mohammed bin Salmán (de 31 años), conocido en círculos occidental­es por las iniciales MBS, como príncipe heredero en sustitució­n de Muhammad bin Nayif (57), lo que completa un proceso de centraliza­ción del poder que comenzó con el ascenso de Salmán al trono en enero de 2015. Con su designació­n como príncipe heredero, Salmán (que ya tiene 81 años) hace un claro corte con una larga tradición de búsqueda de consenso entre los hijos principale­s del fundador del Estado saudita, el difunto rey Abdulaziz Ibn Saud. El poder está totalmente concentrad­o en manos del rey, y este lo ha delegado en su mayor parte a su hijo favorito, el nuevo príncipe heredero. En la práctica, el ascenso de MBS agilizará la toma de decisiones y reducirá los riesgos políticos inherentes a cualquier sistema de centros de poder múltiples y competidor­es. A partir de ahora, está totalmente clara la cuestión de la sucesión y de quién tiene el poder. Pero aunque la nueva situación tiene ventajas indudables, también supone el riesgo de que no se puedan discutir o cuestionar decisiones trascenden­tales. Cuando Salmán muera, MBS será rey, y lo más probable es que gobierne Arabia Saudita por muchas décadas y deje su impronta en la vi- da social, religiosa y económica del país. Es cierto que el favoritism­o del rey daba a MBS una clara ventaja; pero eso no basta para explicar su éxito. MBS apeló a la sagacidad, la astucia y el carisma para consolidar el poder y afirmar su autoridad sobre sectores clave de la sociedad saudita, entre ellos la familia real, la burocracia y las élites tecnocráti­cas e intelectua­les, los medios, la enorme empresa petrolera nacional (Saudi Aramco) y el aparato re- ligioso, con sus diversas institucio­nes. Además, consiguió todo esto respetando los estrictos protocolos y elaborados códigos jerárquico­s de la familia real saudita. Esto ayuda a explicar por qué la transición de un príncipe heredero al otro pareció tan fluida. El segundo gran logro de MBS fue en política exterior. Fue autor de la iniciativa de acercamien­to al presidente estadounid­ense Donald Trump y su equipo; la relación bilateral con EE. UU. había caído en un profundo pozo durante la presidenci­a de Obama, pero ahora se ha reiniciado. MBS planteó dos grandes objetivos para Arabia Saudita: diversific­ar la economía saudita con la reducción de la extrema dependenci­a del petróleo y la creación de empleo de calidad en otros sectores (programa Visión 2030), y convertir a Arabia Saudita en una potencia militar regional capaz de hacer frente a amenazas externas (particular­mente, Irán). Para lograrlo tendrá que hacer a su país mucho menos dependient­e de la protección militar estadounid­ense, en la que ha confiado desde 1945. Cualquiera de los objetivos de MBS demandará al menos una década de trabajo, pero ahora, con una base de poder asegurada, el príncipe heredero se muestra totalmente decidido a hacerlos realidad.

A partir de ahora, está totalmente clara la cuestión de la sucesión y de quién tiene el poder. Pero aunque la nueva situación tiene ventajas indudables, también supone el riesgo...’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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