La corrupción se desnuda
No lo disfruto, me apena. Y me abruma. La corrupción tiene una dimensión mayor a la sospechada y mucho más grande que la evidenciada. Por eso, en relación a determinados casos, no cabe vanagloriarse; nunca mejor dicho: gloria vana, con aquello de “se los dije”.
Nadie duda que lo del riesgo de convertirnos en una narcodemocracia no era una exageración. La única duda al respecto es si, luego de la denuncia, seguimos siendo una democracia digna de tal denominación o nos convertimos en una narcodictadura, donde creció la influencia de los grandes capos y sus poderosas vinculaciones en todos los ámbitos políticos, sociales y económicos.
Hoy cunde el narcotráfico por aire, mar y tierra. El negocio del tráfico de drogas contamina a los pescadores que luego terminan presos en Centroamérica. Deja avionetas abandonadas, invade todas las rutas del transporte hacia fuera y hacia adentro del país.
Con el mercado interno bien abastecido, se alimenta al microtráfico en todos los barrios del Ecuador. Con ello, obviamente, prolifera el consumo en todas las esferas sociales y económicas. La marihuana da paso a la cocaína y los más pobres entran directo a la hache. Se sabe del abundante y promisorio lavado y como dicen los que se atreven al humor negro con un asunto tan serio, también crece el secado y el planchado. Proliferan todos los negocios relacionados y entre ellos los del sicariato de motocicleta y revólver o el de automóvil y metralleta.
En temas de tráfico de drogas se debe actuar aunque la torpe vanidad insista en proteger la decisión de establecer una tabla de consumo personal, que por su estulta
Hoy es bueno hablar de cosas muy serias: el “striptease” de la corrupción...’.