¿China debería desapalancarse?
El problema de la creciente deuda de China recientemente pasó a estar en el candelero cuando Moody’s rebajó la calificación soberana del país. ¿La rebaja estaba realmente justificada? Si bien el ratio de deuda general-PIB de China no es un caso atípico entre las economías de mercados emergentes, y sus niveles de deuda de los hogares y del gobierno son moderados, su ratio de deuda corporativa-PIB, en un 170 %, es el más alto del mundo, dos veces más grande que el de EE. UU. El ratio (deuda-capital) de apalancamiento corporativo de China también es muy alto, y está creciendo. Un ratio de deuda-PIB alto y en alza, que va de la mano de un ratio de apalancamiento alto y en alza, puede derivar en una crisis financiera en tres canales. El primero: deterioro de la calidad de los activos de las instituciones financieras y caída de los precios de esos activos; segundo: la reticencia por parte de los inversores, preocupados por el creciente ratio de apalancamiento, a refinanciar deuda de corto plazo. Esto hace que el mercado monetario se contraiga, obligando a los bancos y otras instituciones financieras a ajustar el crédito y elevar las tasas de interés, debilitando así aún más la capacidad de pago de deuda de los prestatarios. Proliferan los incumplimientos de pago y el volumen de préstamos morosos aumenta. Tercero: un ratio alto de deuda-PIB puede llevar a una crisis empujando a los bancos y a las instituciones financieras no bancarias, incapaces de garantizar su- ficiente capital, a la quiebra. El público puede entrar en pánico y retirar su dinero, alimentando una fuga de depósitos que podría conducir al colapso de todo el sistema financiero. Sin embargo, ninguno de estos escenarios parece un riesgo real para China en el futuro previsible, pues es un país sumamente frugal, con ahorros brutos que representan el 48 % del PIB. El desapalancamiento tal vez no sea tan urgente como muchos parecen pensar, especialmente en un momento en el que China tiene otro imperativo de política más apremiante del cual ocuparse. Durante años, China ha sido víctima de una deflación impulsada por el exceso de capacidad. En un mundo ideal, el gobierno de China podría responder estimulando el consumo de los hogares. Pero, a falta de mayores reformas en áreas como la seguridad social, el crecimiento del gasto de los consumidores ineludiblemente será lento. Mientras tanto, el Gobierno debe basarse en una política fiscal expansionista para fomentar la inversión en infraestructura, aunque esto signifique elevar el ratio de deuda-PIB. Una iniciativa de estas características también debería suponer mejores oportunidades de financiamiento -costos de endeudamiento más bajos- para pequeñas y medianas empresas. Y el alza del ratio de deuda corporativa-PIB podría frenarse mediante esfuerzos por mejorar la eficiencia del capital, impulsar la rentabilidad de las empresas, achicar la diferencia entre flujos de crédito e inversión financiada por crédito, aumentar el porcentaje de financiación de capitales y alinear la tasa de interés real con la tasa de interés natural. Las deudas de China -especialmente las corporativas- son un problema serio y es necesario reducirlas. Pero China debe equilibrar ese imperativo con la necesidad más urgente de mantener una tasa de crecimiento más o menos en línea con la tasa potencial, e impedir que la economía vuelva a caer en una espiral deflacionaria por deuda. Es de esperar que tenga tiempo de enfrentar los desafíos antes de que lo eche a perder.
...segundo: la reticencia por parte de los inversores, preocupados por el creciente ratio de apalancamiento, a refinanciar deuda de corto plazo’.