Deuda agropecuaria
El sector agropecuario fue postergado en el anterior gobierno. Es indiscutible que sin estimular la producción agraria, se podrán seguir haciendo discursos sobre seguridad alimentaria, pero no se contribuye a la subsistencia de los ecuatorianos.
Con la actitud dadivosa y paternalista que actúa la demagogia politiquera, se entregaron kits de semillas o insumos a pequeños agricultores. Lo que el agricultor requiere son líneas de crédito ágiles a bajo interés y plazos apropiados, vías de comunicación pa- ra movilizar sus productos, un mínimo de seguridad (es parte de la nostalgia del pasado la policía rural), que le eviten engorrosos trámites en entidades públicas, fuentes de agua (se construyeron algunas presas hídricas la última década, pero se impusieron tributos a la tierra y al consumo de agua cruda), asistencia técnica como la que prestó con investigaciones apegadas a realidades el Iniap, debilitado por decisiones de organismos gubernamentales, jubilando o prescindiendo de experimentados profesionales, se le mermó recursos, no se renova- ron laboratorios, afectando su aporte a una mayor productividad, de la que emanan los dólares de exportaciones de banano, cacao, flores, plátano, camarón, café, entre otros productos. Si a lo indicado se agrega la eliminación de escuelas rurales, lo poco que se hizo por la dotación de servicios básicos, falta de políticas eficaces en la cadena de transporte y comercialización, establecer precios sustentables, es indudable que la deuda con el sector agropecuario es abultada y pendiente. El cambio de la matriz productiva no pasó de ser un es-
Es indiscutible que sin estimular la producción agraria, se podrán seguir haciendo discursos sobre seguridad alimentaria, pero no se contribuye’.