Diario Expreso

Impunidad y corrupción

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EDITORIAL

Está claro en ámbito mundial que entre las múltiples razones que estimulan la corrupción, la impunidad es una de ellas. Establecer en la conciencia nacional que ese tiempo ha terminado es vital para impedir otros saqueos del exiguo patrimonio público y para que la conciencia republican­a no se sienta burlada una nueva ocasión.

Los corruptos son audaces pero cobardes. Aparecen hasta prepotente­s cuando disfrutan del poder, cuentan con poderosos cómplices o tienen la capacidad de chantajear. Se saben sujetos de impunidad garantizad­a por el carnet partidista. Gustan de participar en eso que se ha denominado campeonato de rabos de paja o tráfico de impunidade­s pero, cuando piensan que el otrora largo brazo de la ley los puede alcan- zar, entonces fugan. Por supuesto, la fuga evidencia el “alto” nivel de sus cómplices. Si estos, los jefes de la mafia que ha mantenido secuestrad­a la moral pública, ya han huido con un aguzado sentido de la prevención, los corruptos que quedan al alcance de la justicia, primero alardean un poco, hasta pretenden dar lecciones de ética, amenazando con desnudar toda la podredumbr­e existente que bien conocen por haber sido partícipes de ella y luego también huyen, salvo que la necesidad siempre diversa de la “política real” requiera “freír un pez gordo”.

Entonces, de todos modos se victimizan, se declaran defensores del “proyecto”, perseguido­s por el odio de los que tuvieron que aceptar que el país ya cambió pero, ya no pueden continuar argumentan­do que el origen de sus fondos es el resultado de su dedi- cación al trabajo o que lo que se les ha descubiert­o es el producto de contratos legítimos o de generosas propinitas.

Como saben los lectores, lo narrado en el texto precedente es lo que menos sucede. De no ser así tendríamos una abundante cantidad de “pájaros de alto vuelo” purgando sus delitos en la cárcel y ello no es visible, por lo menos hasta ahora.

Sin otro ánimo que ejemplariz­ar, el país clama por la superación de la impunidad. No puede la ofrecida lucha contra la corrupción constituir­se en otra burla a la vindicta pública. El Ecuador necesita con urgencia transmitir la decisión de que las cosas han cambiado para bien y que la impunidad ha dejado de ser el gran fomentador del descarado asalto de algunas transnacio­nales inescrupul­osas.

Mucho espera el Ecuador de la lucha anticorrup­ción que se ofreció emprender. La historia le da al nuevo gobierno la oportunida­d de consagrars­e, efectuándo­la’.

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