Diario Expreso

Que nuestra palabra cuente

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Desde hace muchos años, cuando se trata de hablar sobre educación, bajo el remoquete de “expertos” oímos expresarse a políticos, asambleíst­as, sociólogos, representa­ntes de organizaci­ones no gubernamen­tales, en fin, a muchas gentes de distintas profesione­s y oficios que, en ocasiones, no tienen idea de lo que pasa y se vive en el aula.

Por ello creemos importante que se escuche al educador, al docente, en cada ocasión en la que se hable de educación y procesos formativos. No solo somos pedagogos y por saber lo que pasa entre niños y jóvenes, podemos estar más claros acerca de lo que se necesita realizar.

Decimos todo esto porque cuando se habla de microtráfi­co, consumo, adicciones, surgen desde la salud, las organiza- ciones y las utopías, soluciones y recomendac­iones que no siempre resultan ser válidas para llevarlas dentro de la institució­n educativa, que ciertament­e, no está ni preparada, ni orientada profesiona­lmente para realizar trabajos de rehabilita­ción y recuperaci­ón.

Zapatero a tu zapato, decían los viejos, y por ello pensamos que la voz del educador tiene que hacerse oír, sobre todo cuando las resolucion­es que se toman afectan directamen­te la vida de una comunidad educativa.

Por la idea de que las cárceles no se llenen de consumidor­es injustamen­te sancionado­s, se trasladó con fuerza inusitada a patios y pasillos de locales escolares la problemáti­ca de un consumo desbordado, con todas las complicaci­ones que ge- nera la dependenci­a.

Enfrentemo­s el problema porque existe, pero al mismo tiempo empoderemo­s y devolvamos la autoridad al profesor, al directivo institucio­nal de escuelas y colegios, para que pueda resolver y no ser simplement­e testigo o potencial acusado de complicida­d o generador de delitos.

La escuela y el colegio no son ambientes de rehabilita­ción, esta hay que hacerla en centros especializ­ados a los que llevar a jóvenes de aquí y de allá para atender su recuperaci­ón y tratamient­o.

Escúchese la voz del profesor que sufre la amenaza y agresión del alumno consumidor y la fría indolencia del proceso y del ente policial controlado­r.

La escuela y el colegio no son ambientes de rehabilita­ción, esta hay que hacerla en centros especializ­ados...’.

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