Ciclos de la música popular
El título del reportaje publicado por nuestro diario el jueves 24 de agosto señala que el Pasillo Ecuatoriano -me sea permitido usar las mayúsculas- no tiene quién lo cante. Se trata, aclara también el periodista que se interesó en el tema melódico, de las nuevas creaciones del género que musicalmente ha representado al Ecuador desde hace décadas. Y es que a pesar de los concursos que se convocan y se llevan a cabo anualmente con la participación de compositores y letristas, ni siquiera las piezas premiadas llegan a conmover al respetable o a los intérpretes que, con guitarra, piano, violín o rondador, hacen caso omiso de lo que aparece. Y se siguen cantando los pasillos que se pudieran calificar como “clásicos”. ¿Falta de inspiración entre los seguidores del dios Pan?
Este fenómeno, al parecer, no se da solamente en el Ecuador con nuestra música (¿quién canta o baila ahora un pasacalle?) sino también en otras partes del mundo en donde el público no reacciona ante las nuevas entregas que se ponen sobre el pentagrama. ¿Es que nos han llegado de la Argentina, por ejemplo, tangos que compitan con los que cantaban Gardel o el dúo Dante y Martel, o que nos ofrecían las orquestas típicas que hace ya tiempo no nos visitan? ¿Qué hay de nuevo con los valsesitos criollos de nuestros vecinos peruanos? ¿Y el porro colombiano o el mambo y la guaracha caribeños?
Dirán los entendidos en la creación musical que el fenómeno se da también en la llamada música clásica, puesto que no se conoce nuevos conciertos u ópe- ras como las que compusieron Bach, Mozart, Albinoni, Vivaldi, Chaikovski, Verdi, Wagner, Shubert o Händel, entre otros. Y es que, nos da por creer o pensar, que los géneros musicales tienen sus ciclos que se cumplen inexorablemente. Tal vez el ritmo que más ha perdurado es el rock (¿se acuerdan del “blues” o el “bugui-bugui” norteamericanos, ahora caídos también en el más grande olvido?), porque ha tenido sus variaciones hasta el punto de que las piezas de Elvis Presley y de los Comets de Bill Haley son también parte de la prehistoria rítmica.
Así, entonces, nos contentaremos con ser nostálgicos y repetir con nuestra voz de tarro piezas como Alma lojana, Lamparillas, Corazón que no olvida, etc.
Y se siguen cantando los pasillos que se pudieran calificar como “clásicos”. ¿Falta de inspiración entre los seguidores del dios Pan?’.