Reforma presupuestaria en EE.UU.
Los líderes del Partido Republicano en la Cámara de Representantes de Estados Unidos han trabajado mucho durante más de un año en el diseño de una reforma importante de impuestos personales y corporativos. Frente a la elección en 2018, los republicanos de la Cámara están decididos a ofrecer un paquete de reformas y enviarlo al Senado para su promulgación. Esta reforma será muy diferente de la última revisión impositiva importante de 1986, Ley de Reforma Tributaria que se centraba en el impuesto sobre la renta personal, bajando la tasa máxima del 50 % al 28 % y reduciendo las tasas para contribuyentes de menores ingresos. La pérdida de ingresos estuvo compensada por cambios en las deducciones impositivas y otras reglas contables, lo que dio como resultado una reforma que era neutra en términos de ingresos en todos los niveles de renta, incluso sin tener en cuenta los efectos de tasas impositivas más bajas en el crecimiento económico y los ingresos tributables. En los 30 años transcurridos desde 1986, las tasas impositivas para contribuyentes de altos ingresos subieron significativamente, del 28 % al 39,6 %, con un impuesto adicional del 3,8 % a los ingresos por inversiones de estos contribuyentes. Un estudio detallado de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) de los impuestos entre 1979 y 2013 concluyó que, si bien la tasa impositiva efectiva cayó en cada quintil de la distribución de ingresos, aumentó muy por encima del promedio de 35 años para los contribuyentes en el 1 % supe- rior de la distribución de ingresos. El plan republicano de la Cámara volvería a llevar la tasa impositiva máxima al 30 % o menos, con reducciones comparables para quienes hoy pagan tasas impositivas más bajas. La nueva ley tributaria también podría seguir el ejemplo canadiense y eliminar el impuesto sobre bienes inmuebles, imponiendo un impuesto sobre las ganancias de capital generadas antes de la muerte del contribuyente. Para compensar parte de la pérdida de ingresos resultante, la nueva ley eliminaría deducciones impositivas para impuestos estata- les y locales, y gravaría algunos de los beneficios complementarios actualmente excluidos del ingreso tributable. La gran diferencia entre el plan de los republicanos de la Cámara y la reforma tributaria de 1986 es que la propuesta actual también abordaría el tratamiento impositivo de ganancias corporativas y otros ingresos de las empresas. La tasa impositiva legal sobre ganancias corporativas hoy es del 35 %. La nueva legislación la reduciría a 25% o menos, impulsando un traspaso de los flujos de capital de inversiones en vivienda y agricultura a inversión corporativa doméstica. También es probable que impulse la inversión corporativa doméstica al modificar el tratamiento impositivo de ganancias de las subsidiarias extranjeras de las corporaciones estadounidenses, estimulando la repatriación de parte de los fondos que se han acumulado en el exterior, así como mayores ingresos de futuras ganancias provenientes del exterior. Si bien los cambios impositivos netos pueden ampliar el déficit presupuestario en el corto plazo, los efectos de estímulo de tasas impositivas más bajas y de mayor acumulación de capital se traducirán en un crecimiento económico más rápido y en ingresos reales más elevados que harán aumentar los ingresos gravables y se reducir los déficits de largo plazo. Soy optimista de que se sancione una reforma impositiva que sirva para aumentar la formación de capital y el crecimiento, y que cualquier incremento resultante en el déficit presupuestario sea solo temporario.
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