Nazis y “hipsters”
Las últimas semanas, extrañas controversias políticas han dominado los medios estadounidenses y alemanes. En Estados Unidos todavía se debate la ambigua respuesta del presidente Donald Trump a los hechos de violencia cometidos por supremacistas blancos y neonazis en Charlottesville (Virginia). Y los alemanes discuten un ensayo publicado por el viceministro de finanzas, Jens Spahn, que denuncia que los “hipsters” berlineses que hablan en inglés están debilitando la identidad nacional alemana. Estos debates arrojan luz sobre cómo la historia y la identidad nacional influyen en la política de cada país. La preocupación por la identidad nacional sigue muy viva en Alemania, especialmente tras la llegada de más de un millón de refugiados desde 2015. Eso explica por qué Spahn, una estrella en ascenso de la gobernante Unión Demócrata Cristiana (CDU), pudo escribir un artículo para el influyente semanario alemán Die Zeit, en el que ataca a los “hipsters elitistas” por hablar inglés y se queja por la proliferación de menús en ese idioma en restaurantes y cafés. Señala que los alemanes más viejos, como sus padres, pronto se sentirán como “extranjeros en su propia tierra”, y sostiene que la difusión del inglés entre la cosmopolita “generación low cost” llevará a una “sociedad paralela” en la que las “diferencias culturales” habrán sido negadas, y la cultura nacional alemana destruida. ¿Cómo pueden los alemanes, se pregunta, pedir que los refugiados e inmigrantes se integren a la sociedad alemana, si ni ellos mismos hablan su propio idioma? Las élites berlinesas respondieron al ensayo con burlas, muestra de la cultura política cada vez más cosmopolita de la capital alemana desde la reunificación. Puede parecer extraño que un ataque al cosmopolitismo tenga por vocero precisamente a Spahn, miembro treintañero y “gay” de la clase política berlinesa. Pero él es un ambicioso estratega político atento a su futuro electoral, y no es ajeno a la controversia. Autoproclamado “burkófobo”, ha sido un crítico muy visible de la política de la canciller alemana Angela Merkel para los refugiados, y propuso reglamentar por ley lo que puede predicarse en las mezquitas, y que se cree un registro de clérigos musulmanes. Spahn está decidido a evitar que los votantes más viejos, conservadores y con inclinaciones religiosas abandonen la CDU rumbo a la populista Alternativa para Alemania (AfD). Pero, también se lo acusó de beber de las mismas fuentes políticas que Trump. En La ruta a algún lugar: la revuelta populista y el futuro de la política, el periodista británico David Goodhart sostiene que la política actual ya no es una batalla entre izquierda y derecha, sino entre “personas instruidas y móviles que ven el mundo desde «cualquier lugar» y que valoran la autonomía y la fluidez” y “personas más arraigadas, generalmente no tan instruidas, que ven el mundo desde «algún lugar» y priorizan los vínculos grupales y la seguridad”. Las encuestas siguen dando a Merkel y la CDU amplia ventaja sobre los demás partidos. En la elección federal del 24 de septiembre, es improbable que AfD llegue a 10% de los votos. Berlín ha sido testigo de las tragedias de la política identitaria, pero el debate que se desarrolla en Alemania, como el de EE. UU., abre una ventana al alma de los dirigentes políticos y de quienes los eligen.
Puede parecer extraño que un ataque al cosmopolitismo tenga por vocero precisamente a Spahn, miembro treintañero y “gay” de la clase política berlinesa. Pero él es un ambicioso estratega político...’.