Las albarradas, método ancestral para almacenar agua, aún perdura en la Península
El ganado y la agricultura dependían del agua almacenada en el verano
Ubicada en las cercanías de El Morro, es una laguna que bordea casi media población, dotada de un hermoso paisaje que en las tardes venteadas parece contar su historia, cuando la subsistencia de hombres y animales además de la producción agrícola dependían de cuanta agua guardara después de un invierno.
Los tiempos en que se reunían ganaderos, agricultores y hasta enamorados, bajo la sombra de grandes árboles pasaron. La albarrada sin embargo, subsiste, aunque en verano el líquido vital se evapore y el ganado de El Morro tenga que buscar otras fuentes.
“Mis abuelos me cuentan y yo recuerdo que llegábamos de Playas a la ciénaga y acampábamos bajo la sombra de un árbol todo el día, mi madre cocinaba, comíamos y luego reposábamos en unas hamacas”, cuenta Alex Yagual, gestor cultural de Playas; no éramos los únicos, llegaban familias enteras de distintos recintos, era como un balneario de agua dulce; Rigoberto Vega de 83 años, asegura que en la época de Los habitantes reconocen que las albarradas son un legado cultural de sus antepasados. oro de El Morro, allí tomaban agua 1.500 chivos, 200 burros y un número que no recuerda de ganado vacuno y caballos, alrededor del lugar había 17 pozos de agua que abastecían a la población cuando la ciénaga se secaba.
“La leyenda cuenta que allí habitó “la viuda del tamarindo”, en la noche asustaba a los enamorados que se juraban amor junto a la albarrada, cuando esta se desbordaba, al grito de “¡se va la ciénaga!” todo el pueblo corría a hacer muros de lodo; un día de esos Abrahan Gonzales, cayó en medio del lodo y lo rescatamos en un acto heroico”, recuerda Vega. Mayra Molina, añora los tiempos en que sus abuelos hacían competencias de natación y regatas de canoas, “quizás algún día un proyecto turístico rescate la albarrada, haciendo de ella un parque acuático”, dice.