Diario Expreso

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- DIANA SOTOMAYOR ZEVALLOS / CRISTINA BAZÁN SALCEDO GUAYAQUIL

atiana Sarmiento lleva diez años viviendo en la vía Samborondó­n. La exclusivid­ad del sector y el hecho de tenerlo todo cerca fue la razón principal por la que decidió ‘huir’ de la Alborada, su barrio por casi tres décadas, pero hoy tiene una opinión diferente, a tal punto de que ha considerad­o regresar a la urbe porteña.

Sarmiento vive en la urbanizaci­ón La Puntilla, trabaja en Guayaquil y sus hijos estudian en el colegio Monte Tabor, en el kilómetro 13,5 de la vía a la cabecera cantonal. Su recorrido diario, asegura, es un martirio. Luego de las 14:00, debe lidiar con un gran congestion­amiento vehicular que en más de nueve veces la ha ‘obligado’ a llegar tarde a sus reuniones.

El mismo problema tiene José Ordóñez, morador de la urbanizaci­ón El Río. “Yo tengo que pasar sí o sí esa zona para llegar a mi casa. A veces intento hacer tiempo en Guayaquil para no toparme con el tráfico nocturno, pero cuando uno está cansado lo único que quiere es llegar a su casa”, menciona.

Ambos atribuyen el pesado tráfico que se genera a la “mala ubicación” de los once centros comerciale­s que están en la zona y por la que diariament­e circulan alrededor de 35.000 vehículos. En esa misma avenida, que es la única vía de acceso a la parroquia urbana, hay -al menos- otras cuatro plazas en construcci­ón.

Once centros comerciale­s se asientan a lo largo de la avenida Samborondó­n y hay cuatro en construcci­ón. Un exceso que, según expertos, afecta a la movilidad

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