E
l Juli y Juan del Álamo salieron por la puerta grande de la plaza de toros de La Glorieta durante la feria de Salamanca (España). Fue una tarde interesante, la tercera del festejo taurino, donde el primer matador ofreció un recital de torería y el segundo estuvo bien asentado, sobre todo en su segundo enemigo. El peruano Roca Rey se fue de vacío ante los toros de Domingo Hernández y Garcigrande, bien presentados y de juego desigual.
El Juli partió plaza en un coso abarrotado de un público volcado, animoso, y deseoso de ver al verdadero Julián López, aunque enfrente tuvo un enemigo flojo, falto de fuerzas, al que le sacó varios naturales y que finiquitó un estoconazo después del cual escuchó una fuerte ovación. Era el primero de la jornada. El tercero fue manso y el quinto, complicado ante una Glorieta que ha registrado la mejor entrada de las últimas ferias de Salamanca, con los tendidos prácticamente llenos.
En el segundo de su lote el diestro madrileño estuvo brillante, torero, luchador, con maestría; puso técnica y conocimiento con dos tandas de gran mérito con la muleta y mató de una estocada caída, pese a lo cual se llevó el premio de dos orejas que le aseguró la puerta grande.
Juan del Álamo tuvo que luchar para hacerse un hueco ante un viento que empezó a molestar, pero su paciencia y su torería le hicieron estar vibrante, con varios molinetes y redondos que devolvieron la esperanza de un gran triunfo para el salmantino, a lo que le añadió unos derechazos y unas manoletinas. Mató de una estocada caída y trasera que, no obstante, le valió la primera oreja de la tarde.
El salmantino no lo tuvo fácil porque el quinto toro de la tarde estuvo complicado, difí- cil, con una fuerte embestida y perjudicado por el viento, pese a lo cual estuvo brillante más por el arrojo y la emoción.
A medida que avanzaba la tarde el viento se hizo más molesto, como le ocurrió al peruano Roca Rey, que realizó unos interesantes quites al primero de su lote, a lo que se unió la mansedumbre de su toro, al que sin embargo realizó una gran faena, sin dejarlo parar, pero pinchó tras escuchar un aviso, siendo ovacionado.
Al que cerraba plaza, con clase y noble, le recetó unas chicuelinas muy toreras, pero el toro fue a menos a medida que avanzaba la lidia. De un pinchazo y estocada se deshizo de su enemigo.