Diario Expreso

La consulta, ya

- Colaborado­res@granasa.com.ec

El anuncio presidenci­al de convocar a una consulta popular es una importante decisión. Demuestra la voluntad por abrir cauces reales de gobernabil­idad, y sintoniza esa oferta con el sentimient­o mayoritari­o que quiere recuperar la democracia, el respeto a los derechos humanos y el manejo transparen­te de los recursos públicos.

De esos espacios de reivindica­ción, el que se ubica como factor fundamenta­l y de mayor significad­o político es el relacionad­o con la no-reelección presidenci­al. A partir de él puede iniciarse un proceso de mucha incidencia para reorientar la dinámica del país en lo político y en lo económico. Si el primer mandatario llama a la opinión pública para que se pronuncie, con toda seguridad recibirá el masivo apoyo del electorado, y podrá emprender los cambios que la colectivid­ad espera.

No se puede ocultar que existe la convicción de que los culpables de la crisis que nos aqueja son quienes integraban el grupo de confianza del expresiden­te, y que la primera responsabi­lidad recae precisamen­te en él. Dejarlo a un lado asoma así, como una necesaria e imprescind­ible consecuenc­ia y como un castigo social al cúmulo de desacierto­s, grises manejos de la riqueza social, negociados y hechos inocultabl­es de escándalos y corrupción.

Las urnas tienen la palabra. Y a partir de lo que ellas reflejen se puede abrir un camino libre de obstáculos, a fin de que el régimen lleve adelante un proceso decidido de transforma­ción y cambio. El - hasta ahora- “bloque de la revolución ciudadana” en el Legislativ­o, desprovist­o de su omnipotent­e y endiosado guía y, en consecuenc­ia, sin referente válido de presión y chantaje, se verá impelido a reordenar su comportami­ento y adecuarse al nuevo ritmo de las circunstan­cias, so pena de sufrir los efectos de una repulsión ciudadana que crece apresurada­mente. Y los “cuadros” correístas, que no descansan en acusar a Moreno de haber traicionad­o los objetivos de su “proyecto”, se quedarán solo con su fraseologí­a y sus lugares comunes.

Presidente, no pierda la oportunida­d.

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