La consulta, ya
El anuncio presidencial de convocar a una consulta popular es una importante decisión. Demuestra la voluntad por abrir cauces reales de gobernabilidad, y sintoniza esa oferta con el sentimiento mayoritario que quiere recuperar la democracia, el respeto a los derechos humanos y el manejo transparente de los recursos públicos.
De esos espacios de reivindicación, el que se ubica como factor fundamental y de mayor significado político es el relacionado con la no-reelección presidencial. A partir de él puede iniciarse un proceso de mucha incidencia para reorientar la dinámica del país en lo político y en lo económico. Si el primer mandatario llama a la opinión pública para que se pronuncie, con toda seguridad recibirá el masivo apoyo del electorado, y podrá emprender los cambios que la colectividad espera.
No se puede ocultar que existe la convicción de que los culpables de la crisis que nos aqueja son quienes integraban el grupo de confianza del expresidente, y que la primera responsabilidad recae precisamente en él. Dejarlo a un lado asoma así, como una necesaria e imprescindible consecuencia y como un castigo social al cúmulo de desaciertos, grises manejos de la riqueza social, negociados y hechos inocultables de escándalos y corrupción.
Las urnas tienen la palabra. Y a partir de lo que ellas reflejen se puede abrir un camino libre de obstáculos, a fin de que el régimen lleve adelante un proceso decidido de transformación y cambio. El - hasta ahora- “bloque de la revolución ciudadana” en el Legislativo, desprovisto de su omnipotente y endiosado guía y, en consecuencia, sin referente válido de presión y chantaje, se verá impelido a reordenar su comportamiento y adecuarse al nuevo ritmo de las circunstancias, so pena de sufrir los efectos de una repulsión ciudadana que crece apresuradamente. Y los “cuadros” correístas, que no descansan en acusar a Moreno de haber traicionado los objetivos de su “proyecto”, se quedarán solo con su fraseología y sus lugares comunes.
Presidente, no pierda la oportunidad.