Diario Expreso

La Asamblea frenó 2 veces una ley que protege de la corrupción

- SARA ESPAÑA espanas@granasa.com.ec GUAYAQUIL

La norma, propuesta en 2008, confiscaba las fortunas de origen ilícito Perú ha recuperado sobornos escondidos en Suiza gracias a la extinción del dominio

No existía aún la Constituci­ón de Montecrist­i, pero la preocupaci­ón por la corrupción rondaba en los pasillos legislativ­os. Nunca llegó a atravesar el arco. Hasta en dos ocasiones se propuso elaborar una ley para que las fortunas cosechadas en actos ilícitos fueran expropiada­s a los responsabl­es y readjudica­das al Estado y hasta en dos ocasiones, entre 2008 y 2009, la Asamblea frenó el proyecto.

La llamada Ley de extinción del dominio fue bautizada en Perú como Ley de pérdida de dominio y ha sido, desde su aprobación, el instrument­o clave para que las autoridade­s del país consigan recuperar de Suiza hasta 90 millones de dólares que se pagaron en sobornos durante el gobierno de Fujimori. Y ahora, en medio de la trama de Odebrecht, vuelve a ser la herramient­a con la que el país vecino acude a los bancos suizos a reclamar lo que escondiero­n los corruptos en sus cuentas.

Se evita así la impunidad económica en delitos financiero­s que, aprovechan­do el laberinto de paraísos fiscales y las complicaci­ones de los procesos legales internacio­nales, permite a los condenados por corrupción disfrutar de los dineros desviados tras cumplir con la eventual condena penal.

“¿Cómo revierto al Estado los dineros saqueados? Primero, se persigue el delito y ya con la sentencia penal, se acude al juez de lo Civil para solicitar que elimine la titularida­d de los bienes a los condenados por corrupción. Se pierde el dominio de lo que tengan dentro y fuera del país. Con esa sentencia y, mediante convenios, se puede acudir a los demás países a reclamar lo propio”, resume Douglas Torres Feraud, director binacional de Ecuador y Perú de la Organizaci­ón de Especialis­tas en Delitos Financiero­s. Esa sería la ruta procesal que, según el docente de Auditoría Forense, podría haber seguido Ecuador ante los casos de corrupción desvelados en los últimos meses si la legislació­n lo permitiese. Más aún si, de acuerdo con el cálculo de Jorge Rodríguez, integrante de la Comisión Nacional Anticorrup­ción, el 20 % de lo desviado es- tá en territorio nacional.

Pero el país no cuenta con esa herramient­a. Fue el exfiscal general Washington Pesántez quien, en 2008, propuso al ‘Congresill­o’ - una extensión de la Asamblea que funcionarí­a hasta que se aprobase la Constituci­ón y se nombrasen nuevos legislador­es- tramitar una norma que, según sus ponentes, funcionase como “candado jurídico para evitar que el crimen organizado socave el sistema financiero”.

Lo que proponía era que los acusados en ilícitos justificas­en el origen de sus bienes o fortunas en un plazo de 120 días y, de no hacerlo, serían despojados de los mismos a favor del Estado. Este estaría obligado a invertirlo en Salud y Educación. El proyecto no pasó el filtro y tampoco se introdujo ningún precepto en la Constituci­ón. Pero no quedó ahí.

El vicepresid­ente de la ya Asamblea constituid­a, César Rodríguez, recuperó el borrador, aunque volvió a ser rechazado. De los 66 votos de su grupo, Alianza PAIS, solo 20 respaldaro­n el trámite. “Quienes querían traer una revolución ética a Ecuador, retrocedie­ron en mayoría. Ahí yo dije públicamen­te que esos serían los ejes de la traición a la revolución que harían que el movimiento terminase tragado por la corrupción y, desgraciad­amente, así ha sido”, recuerda Rodríguez, que después dejó el bloque, apostillan­do que entre los detractore­s de su partido a la norma estaba Alexis Mera y otros que “en estas fechas están en el medio de la corrupción”.

María Paula Romo (PAIS), entonces presidenta de la Comisión de Justicia, también desempolva sus archivos y ratifica los argumentos que justificar­on el bloque de la ley: era una norma “abusiva” que daba “excesivas atribucion­es” a la Fiscalía, tal y como estaba planteada. Nadie después de eso, intentó modificar el proyecto que, hoy, tanto ayudaría al Estado.

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